Isaac Newton
Con el cuerpo sobre la cabeza sentí que la gravedad me mataba, con el cuerpo sobre la cabeza, literalmente, sentí que me moría de miedo y desesperación. Andá a saber miedo por qué, será que todavía me falta conocer el sur a fondo y el destello del sol sobre la nieve. Será, en realidad, que me dolía cada centímetro del cuerpo y la cabeza no me funcionaba y me iba desesperando cada vez más o será, quizás, que lo más me costaba era pensar que a alguien le partiría el alma y a mi la culpa me pesaría para siempre, hasta que aprendamos un método distinto. O el miedo a la muerte, no la propia, sino a la soledad egoísta por alguien más. Me duele, me quiebra, hasta pensarlo, me consume día y noche. Claro que nadie contesta, que nadie responde, la analista, medio réplica del siglo pasado en Europa me contesta que ajam, y ajam nada porque qué hago con el ajam, con el terror y las preguntas existenciales y comedoras de cabeza como térmitas a la madera, como la humedad que se filtra por cada