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Mostrando entradas de enero, 2014

Hoy no soy yo escribiendo acá.

Está pasando mucho por acá. Es que existen tantas cosas espinosas revoloteando alrededor que darle forma gráfica es, como poco, esclarecedor. Siempre que suceden eventualidades como estas, se edifica, dentro, fuerte e invencible el ánimo caminante, las ganas dominantes de emprender un viaje. Destinos nunca faltan, aunque siempre lo especial es el recorrido, esa sensación de estar haciendo  algo,  un algo, cumpliendo un sueño, con la dinámica tan liberadora de "Elige tu propia aventura", una opción que parezca mejor y arriesgar un tiempo irrecuperable a la grata emoción, a una sana ansiedad, al logro de decidir.  Seguramente haya en este mundo seres más pasivos que uno, y no por ello ni mejores ni peores.  Seguramente haya en este mundo personas menos profundas, más pragmáticas a la facilidad. Y también, sin lugar a dudas, existan personas (a mi gusto) asquerosamente poco reflexivas, tan carente de sentidos, tan tristemente ajenas de empatía.  De esas últimas, se

Palabras

Hay miles de maneras para dividir a las personas. Desde los tiempos más remotos, desde La Biblia hasta Disney, empezando por "Buenos y malos", "Hombres y mujeres", "Grandes y niños". A mi me gustan otras distinciones:  Psicólogos / No psicólogos. Le gusta el rock / No le gusta el rock. Lectores / No lectores. Ahí, stop, alto. Tengo una fascinación alarmante con el lenguaje, en definitiva creo que desde siempre, como por arte del destino (?), el psicoanálisis estaba puesto en mi carrera para causar un poder de atracción sobre mí. Y junto con él, las palabras, la comunicación, el arte de expresarse. Bueno, entonces, a Disney le estaría faltando una película con esa temática: Yo leo, vos no lees.  Yo leo, yo escribo, somos perspicaces, capaces de cualquier sutileza, como depredadores silenciosos rebuscando entre lo profundo, el sentido de las sílabas que cantan algo oculto; el arma más antigua de todas las profesiones e intenciones. Desde Maquiavelo ha

Atlas.

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Llegada a este punto claramente nunca sé cómo empezar.  Me gusta el chocolate. Me dan mucho miedo las cucarachas y hoy descubrí que los gatos chiquitos, en su etapa de crecimiento donde parecen ratas, también. Tengo la panza chata porque detesto con el alma las pautas de imagen del siglo XXI con su consumismo y materialismo, pero me encanta mi panza chata. Porque a mi también me ataca con violencia el estúpido y despreciable patrón. Extraño mucho mi facultad. Me liberé de la violencia producto de un 50% de coincidencia genética. Odio que me interrumpan cuando escribo. Escribo así tal cual pienso, y esto es tal cual yo. No escribo para nadie más que para mi. Pero aún así creo que aunque el lenguaje es un arte casi divino, expresar exactamente las imágenes mentales y su intensidad es imposible. Y me exprimo las neuronas intentando ponerle nombre a cada evento mental que prende las luces de esos aparatos de imágenes que tanto le gustan a los científicos cuando se activa un área cerebra

Noséqué.

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Mira que me he llevado decepciones después de algún que otro recital. Actitudes que no me causaban, listas que parecían calcadas, qué sé yo, de todo un poco. Y a pesar de cada desilusión, cada vez que sacaban una fecha algo se removía en mí y terminaba yendo a ese nuevo recital. Y volvía contenta o decepcionada, y seguía viajando, y conociendo más. Después, con el tiempo, descubrí ese plus que le daba a todo un poco más de sentido: Había un noséqué que trascendía sus recitales, sus actitudes. Y, claramente, esas actitudes no siempre fueron malas, hubo muchas que eran bastante más agradables. Ese noséqué iba más allá de si tocaban DVAJ o abrían con Siento. Más allá de mis amigos, sea uno u otro, que este conmigo en ese momento. Podría basar mi tesis en este noséqué casi mágico que me moviliza muchísimas cosas y hace de mi algo mejor. Porque al final, aprendí que la mitad de la historia no la sabés porque vivís sólo un fragmento de ella, entonces no vale la pena atacar con uñas y diente
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Le bastó sonreír para salvarme la vida. Te encuentro en la brisa (t e veo tan loca), ¡Trae tu sonrisa, p onela en mi boca!
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I'm gonna wake up s creaming your name.

Che, vos que siempre pasas por acá y tirás buenas vibras (qué hippi sonó eso): Feliz cumpleaños Emi! Eso, sólo eso. Para los demás, ni que hubiera muchos más demás, lo único que tengo para decir es que cada vez veo menos pero entiendo más. Punto.

Quise olvidarme de la historia.

Paso por acá a expresar mi indignación. Me llamo Guadalupe Rocío Arigós, nací el 14 de julio de 1992, digo, después de tantos años seguro ni te acordás. Y te hablo a vos, especialmente, porque vos dirigiste la orquesta de estos efímeros pero falaces momentos todos estos años.  Después de la breve reseña autobiográfica me creo en condiciones de, con todo respeto, mandarte a vos y a tus breves encuentros, a la mierda. A vos, a él, y al resto de cada adulto pensante que pagó sus culpas, reproches y verdades con roles ausentes, inexistentes. Te voy a contar una leyenda.  Mi vida, surgiendo de una muerte. Un día, hace más de 20 años, en algún sitio de este Buenos Aires oscuro, un señor murió. Mueren muchísimos todos los días, pero sólo este es importante para la historia. Voy a hacer como en las películas, y le vamos a poner señor X. Decía, el señor X se muere. Evitemos más detalles espeluznantes sobre el dónde, el cómo y el por qué. Con su muerte, una ausencia se presenta en una