El segundo
Un viernes soleado de enero un futuro vecino habla por teléfono y retumban sus palabras por el departamento que dejaste vacío. Charla con el padre y le cuenta que es un monoambiente grande, más grande incluso que un dos ambientes. Y sí, tiene razón. Es tan grande como vos. Se da cuenta sorprendido que no tiene horno, y pues claro, si es todo eléctrico, macho. Parece que el depto es de Leandro, y te nombra un par de veces y yo miro al techo esperando que se materialicen en él las respuestas a todas mis preguntas no formuladas, es que quién soy yo para ir a tocar timbre y decirle y preguntarle que cómo, que por qué, que no puede ser. Hace días que no hay reggae en el edificio ni olor a palo santo. Ni Ringo canta ni las plantas se asoman bajando hasta mi patio. Decías que eran de menta o algo así. En realidad, nunca probé. Qué será éste hombre de vos, qué clase de conexión los une, como es que parecen intrusos a los gritos, atropellando el silencio. ¡Que irrespetuosos! Están usurpando