El segundo

Un viernes soleado de enero un futuro vecino habla por teléfono y retumban sus palabras por el departamento que dejaste vacío. Charla con el padre y le cuenta que es un monoambiente grande, más grande incluso que un dos ambientes. Y sí, tiene razón. Es tan grande como vos. Se da cuenta sorprendido que no tiene horno, y pues claro, si es todo eléctrico, macho.
Parece que el depto es de Leandro, y te nombra un par de veces y yo miro al techo esperando que se materialicen en él las respuestas a todas mis preguntas no formuladas, es que quién soy yo para ir a tocar timbre y decirle y preguntarle que cómo, que por qué, que no puede ser.
Hace días que no hay reggae en el edificio ni olor a palo santo. Ni Ringo canta ni las plantas se asoman bajando hasta mi patio. Decías que eran de menta o algo así. En realidad, nunca probé.
Qué será éste hombre de vos, qué clase de conexión los une, como es que parecen intrusos a los gritos, atropellando el silencio. ¡Que irrespetuosos! Están usurpando lo que quedaba de vos.
La mujer le grita algo, parece que iba a alquilar un dos ambientes en Parque Chacabuco y justo habló con Leandro. Un montón de nombres que no dicen nada, un balcón sin cuadros, una terraza sin plantas de marihuana.
Todavía el techo no me explica ni las voces y las risas de las chicas ni el espacio vacio que tu camioneta medio Scoody Doo dejó sobre la avenida.
El tiempo avanza barriendo fuerte lo que quedaba y aún sin poder esclarecer la paradoja cruel del deseo y la muerte.
Tristeza, incertidumbre y desazón.

¿Adónde va el cuerpo cuando irrumpe lo Real?

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