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Mostrando entradas de noviembre, 2009

LunaNueva.

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-¡Ay! Mi rodilla –se quejó mientras se sentaba en la silla. Recién llegaba a su casa después de un buen día. Hacía tiempo que no tenía un buen día. Que lindo que se sentía. Mientras prendía la computadora, intentaba aliviar el punzante dolor de su pierna derecha. Al fin, logró controlarlo y se sentó cómodamente en la silla de madera frente al monitor. Después de dar el último examen del año, el día había continuado climáticamente horrible, pero eso no impidió que ella y sus amigas hayan ido al cine. Una película fantástica, paralelos de dos mundos, amistad, amor, ausencia, presencia, locura, cordura, muerte, sueños, pesadillas... Sueños y pesadillas. Esa era la escena que había esperado. Se sentía completamente identificada con la protagonista. El dolor del pecho. Agudo y profundo. El vacío, constante. Su ausencia, inmensa y eterna. Las noches, largas, de lágrimas de sal... Era exactamente lo que había vivido. Los ojos sucumbieron, las mejillas se le mojaron, sintió el sabor salado e

Nunca quisiste estar en este lugar.

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SI TE VAS, ¿PARA QUÉ REGRESASTE?, ¿Por el bien de los dos? Ojalá... Ya me cansé de pedirte perdón. No por orgullosa, sino de resignación. Nunca surte efecto. Es como expresarle mis emociones a una pared. Río, lloro y pasó de todo, por el bien de los dos. Pasó de todo... ¿Qué hago con los recuerdos sin destino, qué hago con las risas no cobradas, con las lágrimas derramadas? Qué hago conmigo ahora… No me niegues que me buscaste. Qué hago con las cartas, qué hago con mi calle, qué hago con la puerta de mi pieza. Qué hago con las grullas, qué hago con las remeras. Cómo te saco de mi vida si te esparciste por todos lados. Mis amigos, mi casa. MI banda. Mi cabeza. Guardo un recoveco en el alma que recuerda tu cara como nadie la vio. Dónde me meto cuando aparecen tus palabras, tus frases, tus canciones. Qué hago conmigo ahora… A dónde me voy para no verte más, de fuga por la ciudad, dónde nada tenga vínculo con vos, dónde encuentro el tiempo. Cómo escaparme si estás pegado como mi sombr

Emociones tan violentas.

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-Basta de comerse las uñas... No sé de qué estás nerviosa querida... -Mira mi amor, que casualidad, dijo alguien respecto al cínico: “ Un cínico es un hombre que conoce el precio de todo y no da valor a nada”. Ese sos vos, mi amor –replicó. -Siempre tan sarcástica... -Siempre… Como si alguna vez notaras la diferencia. -¡No te comas las uñas! -Qué te importa, si ya tenés otras uñas que observar. -Sólo quiero lo mejor para vos... -Pero es lo que vos querés. Lo mejor para mí de lo que vos querés. -No te entiendo. -Nunca quisiste. -Vos no eras así. -Me conociste así, el tema es que no te habías dado cuenta. -No me trates de estúpido. -Tenés una inteligencia particular. No podría tratarte de estúpido. Sólo de imbecil. -Constantemente me tratas de imbecil. -Será que vos ya no me tratas. -Por algo que vos hiciste, querida. -Y de algo de lo que no tuviste las agallas para hablar. -No me quería pelear. -Y mira como terminamos. -Tus planteos no ayudan.

Vas a despertar.

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No se había dado cuenta de la paz que tenía hasta que dejó de tenerla. No se había percatado de la calma que la embargaba hasta que todo volvió al caos de la normalidad. Se encontraba profundamente perdida en una dimensión psíquica que ni los mejores doctores son capaces de describir, de tan extravagantes que resultan sus datos. Nadie que volvía de ese estado era capaz de recordar ni el más mínimo detalle. Sin embargo, ella estaba vagando en una extraviada calma de algún “submundo” de su interior. Todo era paz, en su alrededor flotaban partículas de magia, brillantes, que iluminaban sin dañar los ojos. Las nubes eran terrones de azúcar como en los mejores sueños, que se suspendían en la nada a metros de su cabeza. El sol deslumbraba al atrevido que lo mirase, las flores emanaban un aroma irreconocible e irreproducible, celosas de los humanos que se copiaban de sus fórmulas. De noche, entre toda esa niebla a lo Londres pero sin el sentido lúgubre, las estrellas brillaban en el cie

Mientras tanto.

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En este duelo gana el tiempo ♫ . No soy reciclable. Y mucho menos renovable. Tampoco que sea imprescindible, pero de ahí a jugar al papel de descartable… Más allá de todos los renglones que seguían, más allá de todo, ella lo quería . Y sólo por eso, estaba escribiendo esto. Estaba cuando quería estar, sólo se preocupaba por su cuerpo, por su propio bienestar, por su propia espalda . Siempre “su”. Y la peor parte era que tal vez fuera cierto. O tal vez no. Constantemente la disyuntiva se planteaba en su interior, y no conseguía una respuesta permanentemente satisfactoria. Sin importar la conclusión a la que llegara, no era un recurso renovable. Todo acababa en algún momento. Como el reloj le daba el tiempo que quería, el tiempo se lo daba el reloj, no ella. Ella se podía cansar, se podía hartar. Sus ganas no eran permanentes. Su paciencia no era infinita. Podía quererlo, podía extrañarlo, pero ya basta. Te digo que basta ♪ . No tenía patr

El don de no ser indiferente ♫ .

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Estoy haciendo tiempo en la estación de Castelar... Terminando un trabajo práctico de geografía para mañana. Parece que las semanas se suceden unas a las otras de manera irregular... Yo no sé que tendrá el tiempo que anda tan disparejo, si las agujas estarán torcidas o será mi cabeza que lo siente al revés. Quizás, el año haya pasado muy rápido entre nosotros, y yo siga estando varada en un enero, en un marzo. Salvo vos, que seguís tu vida normalmente. Debería aprender a que no me importe nada de eso, y que los días sean sólo días en mi vida. Tal vez, el año fue muy dinámico, los meses pasaron y siguieron pasando, y nosotros nos quedamos atascados en algún lado. No, perdón. Yo sola me quedé varada, porque vos continúas siempre tan indiferente. Yo no sé que tendrá el reloj que ahora que quiero salir de una buena vez, los minutos son larguísimos. Yo no sé cómo harás vos, que nada te afecta, que nada te cambia. La gente pasa por la vereda, y todos tienen algo que contar, y este teclado an

Gracias por olvidar lo que nunca te di ♪ .

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¡ U na vez te pedí que entraras en razó n ! El corazón retumbó en su pecho cuando vio todas las líneas que había escrito. El corazón le dio un salto cuando la idea de irse a un lugar que deje atrás el perímetro bonaerense se le presentó. Su cabeza ni siquiera se inmutó ante tanto movimiento cardíaco. Su cabeza seguía pensando en los compromisos que debía afrontar esta nueva semana. Su espalda gritó de dolor cuando las contracturas dieron su show. Su espalda no podía soportarlo todo: tener encima las responsabilidades que cumplir y por delante la visión particular de su corazón. Después de un breve momento de angustia que intentó no prolongar y despachar hacia fuera para que sus sueños no se hicieran eco de la situación, decidió cortar todo vínculo con la realidad y adentrarse en la más profunda hipnosis que podía ofrecerle su fantasía.

Una coca en el freezer, cada vez más fría .

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Somos la a u s e n t e eternidad. [ decime vos qué somos ] {la sensación de que todo volverá} ( somos instantes del a m o r y cada grano de d o l o r ) • Caminaba bajo los copos de nieve del invierno, pisando el pasto teñido de blanco, abrigándose con su campera. Andaba por la calle, en esas noches oscuras y tranquilas, memoriosas y eternas. Con la mente ida, el cuerpo insensible y su corazón anestesiado e inerte. Quizás entablara una mirada con un hermoso desconocido, hermoso, por ese hermoso título de desconocido. Pretender pasar desapercibida no era algo que le resulte del todo bien. Daba vueltas perdida en la ciudad nocturna sin fijarse en el resto de los seres que estaban acostumbrados a la penumbra. Había sido un largo día, una larga semana, un largo mes, un