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Mostrando entradas de abril, 2016
Quise dormirme en la agonía que me deja la falopa. A veces no tengo ganas, ¿sabés? A veces no puedo, a veces me pesa. No sé exactamente qué, pero me pesa en la espalda, en todo el cuerpo, en lo más hondo del pecho. Me pesa y me ahoga, me tienta a los más poderosos encierros, me anula los anhelos, los sueños y los afectos. Y no puedo luchar, no me sale ganarle al vacío existencial, me descola por disruptivo, por acérrimo infeliz paralizante y me altera los límites mentales, los corre un poco más allá acercándome al autoflagelo, a las miserias más profundas de mi laberinto mental. ¿Cómo hacer? Me quiero borrar. Desaparecer de las escenas, dejar la mochila en la vereda, ahuecarme el alma gris y no decidir nunca más sobre nada. Ni trabajar, ni estudiar, ni ser ningún rol, ni gracia ni perdón, ni odio ni dolor. Y tal es el nudo y la limitación que pierdo el hilo conductor: un ovillo complicado, no sé qué de lo que me pasó ni sé qué quiero que pase; y adónde voy a ir si el dilema lo

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En los pasillos de la villa se comenta Que el pibe cantina se ganó la lotería. El viento en la cara y el cielo rosa, el auto blanco que me toca bocina en Jujuy y cómo será que funciona el mundo que es menos peor la sensación de abandono escuchando cumbia. Y en realidad, quizás, sea que esté proyectando algún momento de naufragio no ligado de algún año de mi vida, quizás otra vida, tal vez, esta misma, hace mil años luz, en otra casa, de cinco ambientes y un patio con pinos recién plantados. Y a qué atar la sensación de desamparo, esa que le conté a la mina de pelo corto en Santa Fé, cómo puede ser, que sea revivida quince años después.  Las chicas del barrio te gritan al pasar Dale, wachin, sacanos a pasear. Súper hondo caló el año nuevo, nuevo de infiernos, de dolores, condenas y soledades, un nuevo naufragio fuimos en el mar, mar de llanto de mamá, mar de llanto de papá. La chacra, los mosquitos, los primos de los primos, todo desconocido. La luna y las estrellas