Tal vez lo bueno está por llegar
Es inevitable esto del balance anual. Fue un año cargado de cosas. Empecé a trabajar, terminé el CBC, empecé la carrera, me la pasé viajando y superando cada traba que me ponía el mundo para cursar, puse en jaque (cual Guasones) mi vida una o dos veces, y ciertas cosas que creía también. Me alejé de algunos y me acerqué a otros, elegí estar y no estar con otros tantos, aguanté cada una de las crisis que la vida me puso delante, algunas con secuelas, otras sin ellas, entendí que no puedo perdonar porque sí, que nunca voy a poder personar sólo porque alguien se arrepiente. Yo necesito algo más. Necesito tiempo para digerirlo, tiempo para ver porqué tengo que dejar de lado aquello. Viví a flor de piel cada sentimiento que sentía, nunca menos, siempre a más, comprendí que ese añorado deseo de transformarme en metal era imposible porque yo soy una especie de esponjita absorbente y no cemento o hierro. Puse en jaque (de nuevo) cada relación, con cada persona sobre esta Tierra, descubr