#SC.

Definitivamente esa cuestión de las introducciones no es lo mío, aunque ir al grano tampoco, entonces me enredo con muchas palabras cuyo significado tiene un sentido particular en cada ocasión; la característica principal para comprender sería una clase de inferencia especial necesaria. 
Por lo tanto. ¿Toallón o no toallón? Es casi remotamente imposible que me moje tanto de agua como para necesitarlo, pero la idea de ir con los pies arenados ya me hace rechinar los dientes. ¿Ojotas? Chatitas! Botas! Zapatillas! Es lo mismo, 48 hs. o 15 días eh, no admito esos simplismos de vestuario teniendo en cuenta que antes de salir me pruebo unas tres combinaciones de indumentaria diferentes. Así que, vaya y pase todo el placard. Es asquerosamente trivial, pero me hace bien porque es fruto de mi trabajo (mi parte), entonces ¿botas marrones o botas negras? Repito. Es patéticamente trivial pero así de (irónicamente) complejo es el asunto que me pone bien ocupar la cabeza en circunstancias tan poco trascendentales. ¿Vestido, pollera, campera de abrigo? El protector solar teniendo en cuenta mi palidez y, más que nada, el precio, es un rotundo 'no'; pero las cremas faciales, corporales y demás vienen conmigo. Y sigue aumentando de tamaño la trivialidad de este texto. Y mi muñeco (sí, duermo con un muñeco, es un tigre divino que se llama 'Mostro' porque es súper peligroso) también. Si llevo las botas marrones, debería llevar la cartera beige... y si llevo las negras corre la misma lógica. 
Quiero ir a cenar a todos los restaurants ó restorans, como sea; pasar por las heladerías y pedir un gusto en cada una, comprarme ropa, sí, siempre; alfajores para casa de todos los fabricantes, pasar por la feria mil veces y traer aros de todos los colores, piedritas, plumas, metales. Y desayunar en el comedor unas cinco veces por día, atiborrarme de tostadas, facturas, frutas exóticas (mandarina, por ejemplo), jugos caribeños (licuado de banana), y demás opciones que me ofrezcan. Quiero caminar por todo el centro de una vereda y después por la otra, ir a la plaza y sacar fotos en las hamacas. Pisar esa arena bestial que te contempla paciente desde el suelo y mirar el sol, luna, estrellas y demás cuestiones de películas. Pero que quiero hacer. Y sí, no tengo el tiempo del mundo para hacer lógicamente todo lo que tengo en mente... y eso es lo lindo. Porque justamente por esa ansiedad de conocer, de viajar, de ir más allá, esas ganas ilimitadas de recorrer toda la Tierra de punta a punta es la que me motiva a seguir conociendo, viajando, caminando, disfrutando.
Y lo más gratificante es compartirlo, vivirlo de a dos.



Quedan viajes, quedan flores; lo soñado y los amores.
Queda fe y la frente alta; ¡queda todo lo que falta!


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