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Mostrando entradas de 2019
Gracias por terminar con el macrismo y por el viaje a Orlando; llevese el resto y por favor no vuelva nunca más.  Vi la foto de aquel pasado agosto, lluvioso, despeinado y con todo embalado. Y la borre porque sólo quedó la lluvia y está diluviando hace días sin lavar nada, gota a gota sobre el suelo mojado del dolor del fracaso. A cuentagotas, cual tortura china, se caen pedacitos de la piel que quedó seca por la sal y adolorida como si tuviera cientos de cortes por todos lados, cortes similares a los que te hace el filo de una hoja... nunca nadie espera lastimarse con una hoja. Solo intenta que no se manche ni se arruge y aún así con algún desafortunado movimiento se lastima y la hoja en blanco mira la piel roja y rasgada y parece un momento de confusión extendido al infinito.  Recuerdo el fin de año pasado y son mil hojas rasgando mi cuerpo, apuntandome con el filo al pecho. 
Caminando casi corriendo hasta llegar a la puerta y que la llave se materialice en las manos y entrar. Dejando un poco de la esencia en esos pasos apresurados, en cada suspiro tenso. Algo también explotó en el edificio, algún departamento vacío, incluso más vacío que este, y la madrugada se hizo larga y de vuelta hubo gritos y corridas, expresiones desencajadas y un poco más de brillo perdido.  La cocina esperando que se la transforme en un hogar, olor a cosas caseras de aquellas que remiten a familia. Pero sólo estaba quieta en la puerta, petrificada y ausente, siendo cada vez más inmaterial. Como limandose del cuerpo los restos que la vida fue dejando de entereza, el día a día se encargaba de dejar el alma en carne viva. Con el tiempo fue vaciando la memoria, esa que permitía a los brazos abrazar y al cuerpo relajar, fue perdiendo energía, ahí aquel cuerpo paralizado en la cocina, que al final de todas las cosas también necesitaba recibir parte de otros brillos y palabras segura
Mentira. Ese horror sí que era inmenso.
Volví a escuchar El Bordo después de mucho tiempo. ¿Será que las tristezas nos devuelven a aquellos lugares donde supimos ser felices? Introvertidos y hacia adentro encontramos ¿qué? Yo encontré canciones viejas y desgarros nuevos. También me encontré escribiendo después de mucho tiempo, antes me salía mejor eso de canalizar el dolor con palabras. Ale dice que paran tres minutos y el día a mi tampoco me avisó del desvelo y los recuerdos, de la angustia y el aturdimiento.  Y no podía respirar, no podía caminar. El suelo era un lugar tan bueno como cualquiera en el infierno que dejó por casa, frente al vacío y la sinrazón. Me obligo a levantarme para ir al trabajo, paso por paso, saliendo de la cama, vistiéndome, las zapatillas, el peine, la hebilla... y se complica más con la comida, un sorbo de té, media galletita de agua. La mochila, la sube, las llaves... y se repite el mismo doloroso ritual cada mañana y el desgano, la apatía, la abulia se me impregnan al cuerpo y sólo voy por
Me enteré por la noche, esa noche de agua y cielo rosa, de su partida, esas partidas que en el mundo adulto parecen cada vez más habituales. Y recordé que, con bronca, lo veía en la televisión algunas tardes y noches porque en mi casa el dominio del control lo tenía mi papá y a él le gustaba escucharlo. Ese solo fragmento de mi memoria alcanzó para dispararme las grises emociones de la pena. Qué relaciones curiosas tenemos cada uno de nosotros sobre la muerte de aquellos lejanos que de alguna manera han formado parte de nuestras vidas.