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En los pasillos de la villa se comenta
Que el pibe cantina se ganó la lotería.



El viento en la cara y el cielo rosa, el auto blanco que me toca bocina en Jujuy y cómo será que funciona el mundo que es menos peor la sensación de abandono escuchando cumbia. Y en realidad, quizás, sea que esté proyectando algún momento de naufragio no ligado de algún año de mi vida, quizás otra vida, tal vez, esta misma, hace mil años luz, en otra casa, de cinco ambientes y un patio con pinos recién plantados. Y a qué atar la sensación de desamparo, esa que le conté a la mina de pelo corto en Santa Fé, cómo puede ser, que sea revivida quince años después. 


Las chicas del barrio te gritan al pasar
Dale, wachin, sacanos a pasear.


Súper hondo caló el año nuevo, nuevo de infiernos, de dolores, condenas y soledades, un nuevo naufragio fuimos en el mar, mar de llanto de mamá, mar de llanto de papá. La chacra, los mosquitos, los primos de los primos, todo desconocido. La luna y las estrellas, no teníamos dragones, sólo nos teníamos nosotros, desarmados, desencajados, abandonados, rezando, esperando. Y se habrá multiplicado la sensación allá por los dos mil, se habrá potenciado y nosotros caímos, también, en el cruel y hondo pozo de la desesperación. 


Pibe cantina que andás con la cupé
Lentes oscuros, ay, cómo te ves.


Y hoy la sensación, retazo de otra sensación, el dolor, la emoción. 
Te juro que yo no, te juro que yo no.


Ya no sos el mismo, dejate de joder.

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