- Quise dormirme en la agonía.


¿Por qué será que cada vez que estoy así termino acá? Convengamos que es sábado a la noche, hace un frío de morirse, y está todo congelado, todo gris, muy blanco. Vamos otra vez con toda la escarcha en el pecho a pilotear noches que dan miedo, cuando bajas la persiana y no hay luces en casa. Rocío acá en el medio, frío, en vez de glóbulos blancos perlas blancas que no se defienden contra nada. Indiferencia, tristeza, ausencia, vacío, el clásico vacío de esos sábados que no salís a esquivarlos por las calles de la Capital. Se estremece el cuerpo de tanto pasarlo por alto, de dejarlo para el final y no querer enfrentarlo jamás. 
 Se cierran sobre mí las ideas de la ficción, las paredes de la habitación achicándose sobre la cama, dejándome sin aire, cerrando bien los ojos, apretujándolos contra el globo blanco y marrón los párpados; porque así en otra dimensión parece mentira, parece más sencillo sanar.
Tengo que aprender a poner en orden mis ideas. Víctima y victimario del módulo de una cultura que enferma, de una sociedad que presiona, que aparenta, que estupidiza y se reproduce vertiginosamente, se contagia como varicela, se vuelve homogénea y aliena mis sentimientos. Me atrapa, me seduce, me golpea, me habla, me engaña, me vuelve a atrapar, y siempre vuelvo a caer, el enorme error de siempre querer creer. Una "gente" que me sorprende, de la cual me aíslo, y francamente por eso termino escribiendo hablando conmigo, como si tuviera esquizofrenia y todas las noches encontrará otra yo que encuentra la verdad... cada noche una diferente que es peor a la anterior. Y grito dentro mío que quiero irme, pero el mismo sistema me atrapa y me aprisiona, y grito muy profundo hasta desgarrar los músculos de mi garganta, que vibren mis aurículas, que sufran mis ventrículos, porque ante más dolor, un dolor mayor me distrae del antecesor. Me levanto cada vez con más sueños que no me acuerdo, ¿será que me alienan tanto de mi vida que me olvido de lo que quiero? Y me despierto angustiada, con la presión conocida en el cuerpo, colmada de preguntas, sin una gota de alcohol, sin una gota de drogas para justificar mi situación. Paso los días apurada, mirando el reloj, hasta que me chocó con lo propio que soy y caigo en estos sábados ausentes de noche adolescente. Quizás ya no puedo evitar ser la persona que creo ser, quizás ya no pueda tolerar tanto consumismo, tanto materialismo, o tal vez, me adapte a la idiotez y me olvide de cómo pienso hoy, de en qué creo hoy; y mañana ya todo sea efímero, brillante, impreciso, acordé a mentes determinadas por la corrupción, por el negocio de unos pocos, mediocres seres humanos los que se aprovechan de la colectividad ¡y más mediocre la colectividad que se deja robar, se deja ganar, se deja manejar! Se conforma con el disfraz, se mantiene contenta y se olvida de todo. 
Ya no recuerdo a dónde iba, qué había pensando, qué solución le había encontrado, lo volátil se me está contagiando, son virus terminales que no encuentran ni cura ni adecuación en mí. Me veo rodeada de lo mismo que tanto detesto, y sólo sueño con viajar a pueblos aislados, carentes de globalización, edificios, tráfico, ruido, gritos. 
Escucho los gritos acostada en la cama, palabras sin forma, que no dicen nada, no sé si los oigo o tengo la sensación de estar oyéndolos, no sé si alguna vez fueron reales o son producto de mi imaginación, de mi yo o súper yo y el otro de Freud que no me acuerdo cuál es. Difusas las frases que hacen eco entre el conocimiento, rebotan unas con otras dentro de mi cabeza, se pudren, se mezclan, pierden identidad y se hacen más difíciles de solucionar. 
Ya me acordé. Claro. Al formar parte de esta cultura que tan mal me cae, pero con la cual me formé, crecí y aprendí; estoy rodeada de ella, inmolada en sus redes, atada a sus representantes que son todos, salvo unos pocos... o no, salvo todos todos. Imposible compartir esto con alguien que no me crea esquizofrénica, que no me crea estúpida, que no me crea la mediocre ficción y lo entienda. Sé que este mundo virtual es tan privado como público, porque nadie lo ve, a nadie le importa, en nada interesa. 
Carente de razones, recargada de sueños, sin guías ni caminos, no sé a dónde ir, no sé cómo ir, ni como aceptarlo ni cómo vivir con esta sensación de no importar, esto que tanto buscan los adolescentes según dicen los grandes, esto de querer encajar. Claramente no soy pieza de ese rompecabezas. Cómo vivir así. En qué encontrar el ideal, quizás ese sea el mayor error, buscar en qué creer, buscar en quién confiar.

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