AutoBio

Le tengo miedo a las cucarachas, y mucho más cuando vuelan; a los bichejos esos como ratas, ratones, polillas, gusanos (más asco que miedo) y otros animales que no tengo ni idea de cómo van a reaccionar. No es que yo quiera matarlos (bueno, las cucarachas deberían desaparecer o mudarse de la Vía Láctea), pero no hacen telepatía conmigo, con que se vayan de mi casa ya estoy contenta. 
Me gusta mucho el chocolate, invierno, verano, primavera (lo que queda de ella) y otoño, nunca viene mal el chocolate. En barra, en helado, con maní, amargo, con nueces, en alfajor, como sea. 
Me cae mal la gente con groseros errores de ortografía. Pero me cae peor la gente que escribe con dichos errores con total impunidad! No me molesta la equivocación en sí, sino que ni siquiera lo arreglen. Esa falta total de interés por escribir (y hablar) como corresponde. 
Me gusta mucho viajar, y si tengo que elegir prefiero la montaña que el mar; el té y el café, ambos con leche, me resultan muy ricos y mi paladar es feliz; tengo rosácea y por eso se me ponen los pómulos del color de un tomate perita de quinta; me encanta leer, creo que está uno o dos peldaños más arriba que comer chocolate; me encanta escuchar música cuando viajo pero lamentablemente no puedo leer y escuchar música a la vez porque me pierdo. Me gustan las fotos, sacar fotos, mirar fotos, editar fotos, las fotos en sí. 
Soy "innecesariamente ansiosa", y eso va de la mano con "irrespetuosamente impulsiva"; tengo un enfermizo problemita con la almohada y el espejo, casi hasta el punto de enloquecer; me fastidian hasta el cansancio las vendedoras de ropa del estilo "divino", "se usa mucho", "gordi", y similares; tengo pie plano e inevitablemente un odio irremediable a los productores de zapatos, zapatillas, sandalias, botas y cuanto calzado exista y los acuso de discriminación. Mi novio dice que mi pie es una empanadita. Y también culpo al pancho de mi pediatra por no haberme puesto zapatos ortopédicos, porque de haber sido así seguro que hoy podría andar por la vida con los zapatitos de cristal de Cenicienta sin que muera en el intento. 
No compro casi nunca ropa de marca; tenía la puerta de la pieza toda escrita pero la pinté con esponja de todos colores y me encanta como quedó; tengo papeles con frases en el placard, en los cuadernos, en las mesas del CBC, en el colegio, en las mochilas de la secundaria, en las carpetas negras que usaba, tengo frases por todos lados, palabras que intentan describirme un poco mejor. Quiero recibirme de Licenciada (y Doctora, claro que sí), pero no para trabajar con un diván, quiero algo diferente, un, ausente de corrupción, trabajo en el Estado en el área de educación y esa parte malgastada y que seguro recibe muy poco presupuesto de igualdad. 
Me gusta mucho caminar con los auriculares con las manos en los bolsillos; me quiero ir de Buenos Aires a vivir a otra provincia pero eso trae consecuencias que no entran en este capítulo. Me gustan las pastas y mi novio odia las pastas. A mi mamá también le gustan, pero mi papá prefiere otra cosa. Le cambiamos el alimento a mi perra, Samy, y después no quería comer el viejo. 
Viajar en subte me da cierta claustrofobia, como cuando el Sarmiento en vez de ir a los andenes "de arriba" va a los de abajo, los del subte. Tengo vértigo. El domingo en el Unicenter (donde había precios de otra galaxia, exactamente es eso lo que divide a la gente como yo de la gente que paga dichos precios) desde el tercer piso miré para abajo y me mareé. Aunque me mareo muy seguido pero la doctora dijo que no vamos a hacer nada, que me levante despacito y no esté en lugares cerrados. Que es preferible que tenga presión baja a presión alta. 
Tengo un dilema con la gente. No me gusta mucho la gente. Me agradan ciertas personas, qué será, ¿el 20% del total de personas que conozco?, por el resto... no sé. Me parece superficialmente consumista (supongo que en el Siglo XXI es difícil llevar una vida cual Tarzán, pero son consumistas full time), o tal vez muy fría, o simplemente con otras prioridades, valores, principios, que yo. Y no está mal ni bien, pero a mi no me gusta. En altas dosis por lo menos. 
Me gusta seguir hablando con mis amigas de la primaria, aunque no nos veamos por mucho tiempo, me gusta saber de ellas porque es lindo pensar que nos conocemos hace tanto y seguimos estando en el 20% aceptable de cada una. 
Cada vez me disgusta menos donde vivo, porque aprecio un poco más el silencio y no me preocupa tanto invitar a conocidos a mis aposentos. Me gusta ver a mi perra correr feliz por el "parque", me gusta como queda el pasto cortado y el sonido de los pájaros desde mi habitación. 
Hay gente que ya no me agrada y ya no la quiero en mi casa. Hay gente que me agrada mucho y que todavía no he invitado. Hay gente por todos lados, gente buena y gente mala y yo sólo me siento cómoda con una proporción pequeñísima. 
Amo con toda mi alma de niña a Joanne Kathleen Rowling y creo que el 31 de julio debería ser feriado o festivo en su honor. John Ronald Reuel Tolkien también me cae bien, me caería mucho mejor si estuviese vivo para seguir escribiendo, pero supongo que no fue su decisión. Suzanne Collins forma parte de mi podio amoroso, fue la que pudo atraparme con fuerza después de Joanne (Joanne, claro, como si fuéramos amigas). 
No tengo problemas con la justicia pero sí tengo problemas con la autoridad. No tengo problemas con la comida pero sí con mi cuerpo. No tengo problemas con dormir, sólo con los sueños. Y sí, sí tengo problemas con la gente. Pero ese hipotético 20% es bueno. Y real. Y seguro le gusta el chocolate (aunque quizás sea la excepción que confirma la regla).