Apología de vivir solo

Mucho se ha escrito sobre esto, pero yo, después de un año y medio, no quería perder oportunidad.
Hace algunos días que estoy cenando berenjenas en escabeche y helado de postre. Llamativa combinación, ya sé. Es que no hay quién cocine la cena y que ya esté lista cuando yo llego, a la noche, después de un día agotador. Pero tampoco hay quien me repita al oído "¿Estás comiendo bien?".
La neuronoticia de hoy data de vivir solo.
Llegar tarde y cocinar, lavar los platos, barrer un poco, entrar la ropa que está pronosticado lluvia (como si eso fuera garantía de algo) pero si se llega a mojar no hay quien, salvo uno, la vuelva a lavar, colgar y descolgar. No hay mensaje de texto, de whatsapp o llamado urgente cual placa de Crónica "¡Saca la ropa de la soga!". Sorry hermana, sólo vos te ocupas de tu ropa, tus plantas, tu bicicleta. Y tus impuestos, y de qué esté todo limpio, de pasar por el cajero, de ir a la ferretería a comprar la lamparita que se quemó, de limpiar el patio, de tratar de pagarle al vecino antes del 20, de pagar todo junto el abl y la luz para no tener que hacer dos veces esa fila infinita al infierno del rapipago. Y trabajar, estudiar y tener vida social. Aunque esta última esta sobrevalorada.
¿Y cuando no hay más shampoo? O peor, azúcar! Acá puede no haber yerba que vivimos (mi alter ego y yo)  lo más bien pero por el amor de Alá, no me dejes sin azúcar para el té (soy más Downton Abbey que Breaking Bad, y vengan todos de a uno que me va a encantar cerrarles las puerta en la cara).
Hay veces que se corta internet. Sí, esas cosas tremendas, que casi atentan contra los derechos humanos, nos pasan a todos los mortales. Pero qué fiaca llamar a la estúpida compañía de turno para reclamar. O decirle al vivo del portero que se de cuenta, el muy erudito, que no hay agua. Porque yo me di cuenta exactamente cuando ya estaba por meterme en la ducha.
De todas formas, también disfrutamos del placer de dejar medias y remeras por toda la casa, vivir todo el día en pijama, ¿y sabes qué es lo mejor? NO COMPARTIR. No compartir un puto espacio. Ni la cocina, ni el baño, ni la pc, ni tener que negociar qué película ver hoy, qué música poner o de qué color tienen que ser las sábanas. NO COMPARTIMOS UN CARAJO. Y a mi personalmente me encanta. Por ejemplo: me pido un kilo de helado para mi y nadie viene con su inescrupulosa cuchara a arruinar mi ritual.
Vivir solo te lleva a la conclusión de que la gente es insoportable. Yo dejaba las medias arriba de la mesa, pero eso es un caso menor si se compara con no tener un carajo para desayunar. ¿No les enseñaron en el jardín que el desayuno es la comida más importante? ¿EH?
También recibo a la gente que quiero. Y la echo cuando quiero. Magia.
Una desventaja es enfermarse/sentirse mal. Hete aquí una tragedia. Una vez me caí y tuve que ir yo solita con media piel de la rodilla despegada a casa a buscar las cosas de la obra social, llegar a la guardia, sufrir ese momento choto de espera hospitalaria y después ir a comprarme antibióticos. TODO SOLITA, SOY UN SUPERHÉROE. Y después de semejante hazaña, llegué a mi home sweet home y nadie me hinchó las pelotas.
Creo que vivir solo hace que la gente un poco, sobre todo a la mañana muy temprano y al final del día, dé alergía. Como que te repele. Si bien seguramente sea un poco culpa de la gente en sí misma, por si cualidad de gente, quizás esto ocurra porque vivir solo tiene más pro ventajas que contras. Es decir, nadie te prepara el desayuno pero tampoco nadie te taladra la cabeza con su insoportable voz a las 8 de la mañana.

Hecho este descargo, me voy con mi helado que recién llegó a mirar Netflix. Sin compartirle a nadie.
Amén.


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