Estamos salvados

Viajar por el mundo.
Salvar vidas.
Leer libros.
Escribir.


Una gran red invisible encima de cada cuerpo y cada cuerpo observado y apresado por el panóptico del dueño del capital. Un papel indispensable, un control voraz, fronteras azarosas, naturales y burocráticas, por sortear. Conspiran y se meten, apestan como la gripe, aquellos indeseables que persiguen al que lucha, al que intenta, a toda oveja que se aleja. Cruza el límite y cambia la moneda y ni allí de aquel lado del mapa el desconocido sospecha que lo monitorean, y dónde estará la libertad en el mundo que se parece más y más al de 1984. Infinito el planeta si cada río y cada montaña no son el mismo río ni la misma montaña aunque se vuelva una y otra vez, por qué será que ante tanta inmensidad el hombre, la mujer y las disidencias, todxs por igual, se aplacan y reducen a sólo respirar. Que triste la ilusión de quince días al año para disfrutar y ¡hasta allí te persiguen! con algo que les faltó cobrar, hasta en Navidad mandan el regalo cínico abajo del árbol de plástico. Se inmiscuyen en el día a día, así despacio, paulatinamente, tan siniestro como en la Casa tomada e invierten los papeles y sos vos el regalo para el reloj. Primero se naturaliza y después, instituido como está, pasa a ser parte de la personalidad y ahí el problema ¿el que persigue es el dueño del capital o, a esta altura, ya es la propia subjetividad?


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