R e s p i r á .


Que satisfactorio es morir para vivir otra vez ♪ .




De pronto, me di cuenta que no estaba soñando. Por lo tanto, el problema radicaba en que, si estaba más o menos despierta, era conciente de mis actos. Pensamientos. Sí, pensamientos. Me encontraba totalmente abrumada por mis sueños que no me había percatado que la sensación de niebla, de ausencia, de bienestar, se habían difuminado un poco en mi conciencia. Mientras tanto, yo atrasaba el momento de abrir los ojos y continuaba pendiente de mi nebulosa distorsionada por los ruidos que provenían del más allá. La voluntad para regresar al mundo real no acudía a mí con mucha convicción, por lo que mi estado de hipnosis continuó un largo rato más.

Me daba perfecta cuenta que mis alucinaciones no eran producto de la nada en particular, alguna razón, por más insignificante que fuese, debía existir. Pero, ¿quién más que yo tenía la culpa de usarlas como arma mortal para soñar felizmente? Que derecho al masoquismo que tenemos todos.

Así transcurrieron los segundos descontados, los minutos mezclados con el otro mundo, y creo que llegamos a la media hora, cuando, al fin, venció mi voluntad de despertar por sobre mis ganas de divagar (más todavía). Fue todo un tramite abrir los ojos, desperezarse, reentablar el vínculo que me une a la realidad. Yo estaba muy cómoda en mi ámbito ficticio, pero, a la larga... ya sé qué pasa a la larga. Sin embargo, eso no ahuyenta mis motivos para correr el riesgo. Sí, que alma masoquista la nuestra.

No obstante, debo mantenerlo a raya. Mis sueños deben encontrar la frontera. Debe existir un límite.

En alguna etapa de mi vida, dejé de vivir para soñar. Nunca dejé de soñar, pero vivir para soñar, no es lo mismo que soñar para vivir... Muchas palabras para leer entre líneas que el miedo siempre está presente. Aunque, más allá de eso, tengo que marcar un límite. No es bueno dejarse arrastrar por los sueños y olvidarse de vivir (A. Dumblendore).

Ahora bien, el momento de sentir las responsabilidades para conmigo misma, era ese. Soñar despierta. No es que fuera la primera vez, pero ya ves, cuántas cosas han cambiado desde aquella época. Era todo un error desembocante en el miedo el dejar que mi imaginación maneje mi mente durante tanto tiempo. Y con tanta intensidad. Hacía meses que no soñaba tan ilusamente, tan inocentemente. Todo lo que pasó estuvo cargado de sarcasmo, de dolor, de ausencia, de rencor. Que satisfacción el saber que no había perdido la magia. Aunque ésta me dominara de vez en cuando.

Solamente, sólo entre tantas otras cosas, debía controlar mi inconciente que no es era tarea fácil, sobrellevar la responsabilidad de volar, poder dominar el dolor, vencer el miedo y continuar. No es bueno vivir en sueño, pero una vida sin sueños, es una vida vacía.


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