Cuyo 2013.

Bendita sea la forma en que te haces valer.

Mendoza, yo te amé. Cuyo, San Luis, San Juan. Todo amé.
Voy a contarte un cuento IGUAL.
Tal vez sí sea tan peligroso esto de volar; los riesgos infinitos de soñar; la desventaja que presume el confiar.
Tal vez no sea ni momento ni lugar y grandes cotizaciones en la bolsa apuestan a la ficción de esta historia, pero ¿qué más da? Si somos así, podemos brillar.

San Luis.
Entrada con sierras. Nada de nieve, claro. Pero sierras, tonos verdes, marrones, casi amarillos. Sol, temperatura ideal, hostel amable y plaza. Plaza muy Capital, era viernes y todo lo inundaban los uniformes escolares, las mochilas, las polleras y corbatas. Cuánto colegial dando vueltas, ojalá, sólo preocupado por pruebas de fin de año.
Un cuaderno, una birome, un cuaderno y mucho por decir, una sensación de libertad, palabras a dejar fluir. Y que se las lleve el viento y se quemen con el sol, que se marchiten para siempre entre puntanos aflorando, viviendo y muriendo.
Un hostel. El hostel. Estábamos parando en el mismo lugar que ellos. Un flash.
¿Qué más? Gracias por la humildad. Por formar parte de mi vida y hacer que tenga un color especial. Son un ideal. Pero son lo más cercano a lo real, lo menos doloroso siempre, y la calma.
Unas canciones. Sin sorpresas. Unas charlas entre momentos, ¿cuánta magia sos capaz de desplegar? Gracias, again por tanta paz. 'Todo ha valido la pena' si los caminos que tomé me trajeron hasta acá. Todo ha valido la pena si toca disfrutar y querer compartir, porque sonreír así es impagable pero volvería a pagar el precio si fuera necesario.
La noche, alcohol, humo, compañía (vestida) y conversación. ¿Qué tan superficiales, necesitados y divertidos podemos ser a la vez?
La terminal. El micro que tarda en llegar y me da una chance más, una oportunidad de decidir. Decidir yo cómo seguir, con qué seguir, de liberar cuánto más, que se lo lleve el basurero y desaparezca, marchito, entre residuos materiales, que bien riman con aquello que valía la pena perder. El tiempo pensando fue como suspendido entre el pasado y el presente para poder acomodar mis ideas, plasmarlas, terminarlas, y decir hasta acá llegué. Y esa manera, esos pensamientos, también. Basta para mi, basta para todos.
Y ahí se cremaron los fantasmas, en una madrugada puntana, sola, lejos, en calma, feliz. Incapaz de hacer otra cosa que decidir. El momento justo y no más. Llegó el micro, tarde, pero llegó.
Y nosotros llegamos a San Juan.
Tierra de vino, dicen. Más sierras, ¿montañas? Casi que no las vi, pero a quién le importa eso cuando nos reciben lugareños tan dispuestos a brindar. Brindar con alcohol, con choripán a la parrila de la abuela, con un colchón, una casa prestada. La amabilidad que siempre, siempre vale la pena destacar. Nos dieron de comer, nos dieron dónde dormir. Y nos dieron de tomar. Nos llevaron y nos trajeron, y en eso, estrechando relaciones públicas, la felicidad se hacía notoria entre minuto y minuto, eso era vivir tranquilo. Sentados en una plaza, refugiados del frío con una bandera grande que grita tu nombre y rodeados de gente, gente que no conocía, pero gente que marcó esta historia y ojalá marque muchas más.
Una lista que parecía seguir el camino a la cotidianidad. Pero suenan acordes terribles, desgarradores. Algo se remueve en mí, hasta que me dicen 'Apagado'. Y la emoción le gana a la incredulidad, mi corazón susurra un gracias, y es una historia más que tiene un final.
Después, remera en mano, queda escrachado en tela el viaje a Cuyo, hasta las cimas.
Y otro micro que se demora, más sesiones de fotos, hasta que llega. San Juan - Mendoza, tres horas más o menos.
Y se me deslumbra el alma al ver tanta inmensidad junta. Qué linda que sos Mendoza, cuánto te soñé. Me renovás.
Un hostel. Más conocidos. Más gente que vale la pena conocer. Vino, champagne; el champagne mejor vendido, y más rico que haya probado mi paladar. La mismísima orgía degustativa, billete sobre billete, pero me acompañás a Buenos Aires.
Caminata hasta el cerro de la ciudad, más recorrido por las tres plazas que nos rodeaban, y un lugar, un boliche que parecía diferente. De verdad, mucho rock, muchas banderas, y la razón de cruzar el país estallando en el escenario. Unos cambios de canción... La sorpresa, de vuelta, y las gracias enormes, 'Dedalito de luz'.
Noche. Camarín. Comida, cerveza. Más gracias. Más charla.
Lunes. Excursión. Alta montaña, alta gira, y alta paz. Aconcagua, Penitentes, Uspallata, Las Cuevas, Potrerillos. Turismo puro. Turismo bilingüe rodeados de europeos.
La cima. La mismísima cima de la tranquilidad, la fuente de oro del arco iris debe estar enterrada por acá, entre tanta nieve, tanta montaña junta y mezclada.
Y el almuerzo, cual película de Disney, muy casero, caliente y muy, muy rico. Rodeados de nieve, rodeados de altura. Insignificantes seres entre la inmensidad, la naturaleza imponente, amable, comparte su lujo conmigo.
Y luego, la vuelta.
Buenos Aires. Pero volví con diferentes cosas en el bolsillo, en la mochila, en la cabeza y en el alma. Y voy a brindar por eso con mi champagne.









Vale aclarar, situaciones concretas:
Juanma cayéndose en San Juan en esos pozos entre el cordón y la vereda. Desapareció de la superficie. Risa.
Sergio, familia y novia recibiendo nueve porteños en su casa. Cocinándonos, brindando todo, casa, comida, lugar, vino, y colchón. Gracias.
Hostel de Mendoza: habitación compartida. Llegar y que haya dos hombres durmiendo. Uno de ellos en bóxer. Y que no hablen español. Risa.
Muchacho vendedor de la bodega de Mendoza. Dice que también va a ver a El Bordo. Luego, dos bonaerenses charlan con staff. Y Ale Kurz va a comprar a esa bodega. Muchacho vender me ve y agradece. Un placer.
Nubes de altas cumbres rozando, justamente, las altas cumbres. "De la que fuma Dios". Delirio, compartí, Señor.
La banda de mi vida y su noséqué especial para hacerme bien, para ponerme feliz.
Agradecer que estés conmigo.

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