Cartas a un analista - Libro II

"Vos, como mi analista, decis que trabaje mi pulsión de muerte, que ya es un avance saber qué es, tenerla recortada. Aunque unas papas fritas la impulsan a dominar el mundo, mi mundo, cual Pinky y Cerebro. Así de obstinada es. Una forra.
También decís qeue es normal que pase por una secuencia angustiante de deja-vu. 
Lo que no sabés, aunque tal vez lo supones, es que una mañana me levanté, me vestí, me miré cara a cara con la pulsión y, no te diría que le gané, pero bueno, un empate me parece justo. Claro que eso no pasó sin que ese instinto de supervivencia que me agarró en el colectivo, una especie de impulso casi indomable de correr exactamente hacia el lado opuesto apareciera a decir "Buenas, tanto tiempo". Porque miedo, terror. Pura y exclusivamente mío. Entendible, según vos. Yo estaba hecho una pelotuda mirando el placard sin ninguna jodida idea. Ninguna. Y no sé cómo, al rato no sé si fue por inercia o por algún mecanismo oculto dentro mío, subí al colectivo y no bajé corriendo a ningún lado.
En realidad, el raciocinio quizás haya jugado esa vez. Estaba ahí y si bien ese terror inmanejable intentaba, de pésimas maneras, protegerme de un hipotético desastre, así como hipotético es que algún tsunami se lleve puesta a la Capital, por ende 'Siempre es hoy', gracias Gustavo, y allá estaba yo, usando alguna que otra idea de valium. 
Mentira que todo eso fue suficiente, como esos que con el argumento de 'disfrutar el presente' se tranquilizan y van por la vida medios zen. Mentira que con esa desidia por el dolor alcanzó. Mentira que eso me tranquilizó. 
Ni un poco. Estaba en ese estado de noséqué entre reír descontroladamente y llorar sin razón. Dar vueltas en círculos y huir. No creo que huir sea una característica dominante de mi vida, pero quizás ese era un gran día para comenzar.
No, tampoco. La única razón por la cual mi egoísmo cedió y mis miedos más punzantes no fueron decisivos es por sus abrazos y sus risas colgadísimas, su neurosis obsesiva y su barba de varios días. Yo pensaba en él como un todo indescifrable mayor que la suma de esas partes, y sólo por eso valía la pena (y el esfuerzo de enfrentarme a mi misma como en un espejo subjetivo) intentar. No sé qué otra clase de demostración más fuerte y clara que esa podré dar algún día. 
No importaba si yo sabía si podría o no podría doler en algún momento como tampoco importaba si mis argumentos eran o no lo suficientemente válidos. En realidad, creo que esta vez no estaba pensando en mi. Porque enfrentar esa suerte de formalidad no estaba en mi zona de confort, pero re valía la pena salir de ella. Solamente porque estaba pensando en él."

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