Llegar tarde

Miro las paredes ya no tan blancas de mi casa, mañana hace dos meses que tengo mis cuatro paredes. Mientras miro las paredes y le imagino las repisas, las fotos y los libros también sé que voy a llegar tarde a cursar, que tengo que pasar por la oficina porque sino nunca voy a cobrar pero de nuevo, qué me importa si total mis cuatro paredes me miran dispuestas a hacerme soñar.
Y pienso en la facultad y cómo me gusta y que lugar hermoso, refugio de tantos huracanes que se llevaron por delante todo lo que había a su paso, y quizás los pasillos un poco anchos, las ventanas de las aulas, un profesor maravilloso que sabe un montón, las agrupaciones políticas luchando, las bicicletas en el piso de abajo, la biblioteca en silencio y yo, yo que medio que floto por ahí, yo que me quedo horas y más horas por ahí, sentada en el suelo pensando que cuánta magia que flota en el aire mientras yo floto también. Y un dibujito de Freud que arranqué de una revista de una de esas agrupaciones políticas, y pasan las chicas con sus zapatitos y los chicos en bermuda y yo sólo los miro cada tanta porque estoy en un mundo distinto, conectando sólo conmigo.
Mientras ya sé que voy a llegar tarde pienso que a los pasillos de Hipólito Yrigoyen le faltan plantas, que voto para el centro de estudiantes a quien me diga que va a poner potus y jazmines, y esas plantas con hojas  bordo, bordo como el color, no como la banda, mi banda y el amor. Porque hasta cuando entrás que vas a rendir un final, hay un brillo flotando que quizás sean mis anteojos con el sol, pero el brillo está ahí, y lo que más debe valer en el mundo es encontrar un lugar donde brillar.
Los años de mi vida tan intensos como los colores Faber Castell de cuando era chica también vagan cada tanto, cuando me pierdo en un recuerdo por los pasillos al 3000. Que en esa aula hablé con alguien por teléfono, que qué quilombo todo porque no tenía señal, que en aquella esquina me puse a leer y de aquella otra aula me fui porque quería llorar. En la vereda también el cigarrillo, los grupitos de gente y el café, café con leche y los sahumerios del chico hippie que vende en la vereda pero que el olor a casa, casa sahumerio llega hasta entrado el hall. En otro pasillo segundo piso a la derecha desde la primer escalera también alguien y una de las aulas nuevas y una amiga tirando todo un paquete de tutucas por el suelo.
Mientras que yo pienso y me acuerdo, sigo llegando tarde y mejor sería que me cambie, porque aunque tenga que pasar por la oficia a hacerle honor a su burocracia fatal, después me toca pasear flotando por los pasillos, el sol entrando por la ventana y todo el conjunto de variantes que van de a poco generando más motivos para seguir llegando tarde.

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