JJOO

Siento la necesidad de quemar los nudos de la espalda,
la espalda que lleva la mochila, de esta mochila donde todos metieron los problemas de sus vidas.
Y necesito cambiar la bici para salir a rodar por Bonifacio y no tener miedo de que se salga la cadena en plena bajada 
y terminar hecha percha contra el asfalto. 
Y vos me decís que me compre el casco, ¡caradura! vos que vas a mil sin darle bola a los semáforos,
no entendés que me preocupo por vos que andas en dos ruedas como volando por San Juan. 
Será que cuantas más cosas tenes que hacer, más planes alternativos se te ocurren,
en principio necesitaría generar endorfinas o algo así como esa calma que dicen que te da la marihuana.
Cuando estoy flotando por el mundo en una dimensión atemporal, y aunque no sé si siquiera si es físicamente posible, yo siento que el reloj se clavó, como el país cuando Messi le pifió y Argentina dejó de girar como si hubiera salido del planeta. 
Y cuando estoy así quiero salir a pedalear porque correr nunca me gustó, y volver y fumar hasta quedar inconsciente de paz. 
No es el barrio mi barrio pero qué le voy a hacer, si la UBA estuviese en Soler y Mansilla, allá frente a la plaza, estaría pintada de verde con un grafitti de 'capo del oeste'. Y estaría siempre en la plaza porque algo hay de magia en los momentos que pasé allá aunque fui mucho tiempo una larva antisocial con uniforme de secundaria.
Cuestión que la UBA está en Balvanera, que mucho no te invita a salir a caminar y por acá los adoquines de Alberdi me van haciendo saltar y siento que me la doy contra el suelo en cualquier momento. Así que me quedo ensimisada e introvertida en mi monoambiente, haciendo nuditos sobre los nudos de las tensiones de todo el mundo que carga la mochila que me até a la espalda. 
Tecleo porque me gusta el ruido de mis dedos contra el teclado y esa fantasía de sentir que aunque sea estoy tratando de manejar algo de lo que me está pasando;
mientras tanto miro los Juegos y me di cuenta que me gustan porque mi viejo me explicó más o menos cómo es el tenis, más o menos cómo es el básquet, y anda a saber cómo también me transmitió esa alegría de sentir que ellos viven las victorias y las comparten con nosotros, humanos mortales y olvidables que estamos en una habitación mirándolos jugar. 
Como si en realidad fuéramos parte de algo más.
Fluyen las divagaciones porque relleno el silencio, silencio donde pienso que no me animo a contarte que tengo miedo porque apostamos a más (porque no somos chatos y miserables) y en cada apuesta me tiembla la cordura y la confianza y me da terror siquiera pensar que, quizás, este partido sea otro penal al cielo. 
En el básquet vamos casi 30 arriba, que afano, que embole, vos pensás que yo miro a Delfino, que sí, es super lindo, pero no lo miro porque en realidad pienso que vos seguro no sabes pero me empujas para adelante, donde yo veo los abismos vos tenes un globo aerostático para que vayamos flotando por la ciudad. 
Y el globo no se pincha, algunos días capaz que se desinfla, pero sigue calmo en el aire. Es que vos me das aire, me das confianza y me das algo mucho más grande que brilla tanto como las medallas de los Juegos: me das una razón.

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