Encontronazos psíquicos, módulo I

Ante todo, tengamos algo en claro: El Bordo toca en XLR en julio. Yo cumplo años en julio. Se deduce que de regalo me tocan esas 2 entradas. 






Por fin nos volvimos a ver...
Después de años incomunicados, ella y yo nos encontramos causalmente mientras el mundo gira descontrolado. Aunque yo giro en y con él, a veces en el silencio la veo venir, la escucho hablar y calma mi caos prendiendo la luz dentro de mi lado oscuro. Ahoga mi furia ante tanta injusticia cuando me mira fijo desde arriba; ahuyenta los fantasmas y al mismísimo karma, la música y sus palabras detienen mi mundo y encuentro la calma. Conoce mis ideas más egoístas, mis pensamientos más altruistas, la obsesión por la estética y mis miedos más hondos; y aún así logra permanecer en mí frente al desorden emocional que acecha cuando la música se apaga, cuando el libro se termina, cuando el tiempo es eterno per se, y el limbo domina todos mis días. Camina y viaja conmigo, me suelta la mano de vez en cuando, desaparece meses enteros y quizás entonces la muerte del deseo sea el mejor consuelo. Ataca con violencia desde su enigmática ausencia, confunde y empaña mis ideas y entonces, todos los demás seres humanos se tornan difusos, frágiles, cristales destrozados que no logro recomponer. La gente, me dijo una vez, es difícil de leer.
Frente al precipicio de la convicción, una vez la encontré, mirando el campo, tan sólo respirando. La calma, la certeza ante la mismísima catástrofe, esa sensación de entender se expandió desde su centro e impactó en mí tan fuerte, tan violento, que condicionó todas las elecciones que tomé, incluso en el limbo, incluso cuando dudo de mis principios más aferrados, hasta cuando el silencio parece enigmático.Y la felicidad de esos momentos no cabe dentro de mí, emano alegría por cada poro de mi piel y cuando la sensación acaba, ya no es tan crítico, porque sé que siempre vuelve a resplandecer. Me alejo del mundo y vivo un tiempo en mi mente de ermitaño y valoro a los que, cuando decido volver, siguen ahí, con un vaso en la mano para brindar, con alguna gran historia que contar. Pongo en orden mis ideas, domino a los fantasmas y vuelvo a brillar.


Hoy que afloja el huracán nos guiña un ojo la suerte. Yo te quiero confesar que muero por conocerte.







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