Manifestaciones de un ser (des)variado.
"Descubrí que viajando podía encontrar lo que Buenos
Aires no me daba, lo que el análisis, el rock y los amigos no podían brindarme.
Reviví minutos de paz en provincias lejanas, en ciudades despobladas, con
paisajes diferentes, con desconocidos alrededor y entendí al fin que así y sólo
así podía tranquilizar mi psiquis a tanta muerte, tanto dolor y calmar a tan
increíble sentimiento de amor.
Quizás, sólo alejándome y observando en retrospectiva
pudiera dar sentido a las emociones que todavía no tienen nombre; seguramente
con el tiempo, la inteligencia y el contexto, sería capaz de procesar lo que la
rutina impide, lo que el día a día y la velocidad capitalista de la ciudad no
dejan siquiera pensar.
Puse freno a la ansiedad cuando no necesité esperar nada
más, desde la cima del mundo no había problema ni situación que superase al
paisaje en su total esplendor.
Si nada te aqueja, si no hay siquiera una cuestión en tu
mente que silencie los demás pensamientos, algo más fuerte que los demás
'algos', si es así, ¿cómo podrías saber lo que es sentir?
El equilibrio y la utopía deben estar íntimamente
relacionados, ya que en esencia los humanos aspiramos al cambio, a alcanzar la
satisfacción. Y luego, alcanzar otra satisfacción. El principio de constancia
cae por su propio peso y nos domina, en gran parte, el principio de placer y
dentro él hay lugar para abarcar lo que quizás, alguna vez, te haya hecho
llorar. El equilibrio como constante no es vida, sino muerte.
Yo evado la rutina y la apatía, cuando estoy viajando. Es
que lo desconocido genera una atracción tan superior..."
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