Cartas a un analista II

Este invierno fue malo
y creo que olvidé mi sombra en un subterráneo.
Y tus piernas cada vez más largas
saben que no puedo volver atrás.



"Siempre es tan puntual, pero hoy está llegando tarde. Anotá. Nunca supe qué pensar de la casualidad. Tic tac. TOC. Diez minutos.
Sin peinar, sin maquillar, agotada, llega.

-Es ley ¿no? Digo, resolvés un poco algún que otro tema y enseguida ya está ese otro temita que tenías olvidado ocupando el espacio bacante, el lugar vaciado, el clásico problema pendiente. Apenas estás por enfrentarlo parece gigantesco, inabordable. Angustioso. Estúpida, estúpida y violenta angustia sin lenguaje, inalcanzable. Qué sé yo.
Me estarían faltando sujetos de identificaciones secundarias. Porque los actuales están un poco... gastados, agotados. Identificaciones al rasgo, a la ropa, al pelo, a la espalda (siempre), a la manera de hablar (fundamental), a la música, a los libros. A la empatía. A la falta. Un otro que no coloca en el lugar de la falta, del deseo -motor-, un otro ininteligible, atrayente por indescifrable; un masoquismo latente (yo te diría que completamente más allá del principio de placer, pero anda a saber) inconsciente y por tal, indomable, guiando a un cuerpo a lo imposible con la excusa de la utopía. Un cuerpo pura inercia (a veces), hacia la pared sin casco, por el goce permanente de pensarse diferente; directo hacia la noche, irremontable situación, de caer en la trampa del divague eterno sin fines de lucro emocionales para el Yo. Un inconsciente que viene a echar en cara las deudas olvidadas, reprimidas, resignificadas; inconsciente perverso que un martes por la noche sortea la censura y alcanza las palabras que dan entidad a un vacío sin sustancia, a un caparazón inamovible, a un terror cobarde que no tiene valentía para liberarse. ¿Y qué más puedo hacer? El círculo identificatorio al rasgo, a lo intelectual, a una específica manera de hablar, a una edad, que sin duda alguna conduce irremediablemente al fracaso. Y por fuera ya no hay si quiera alcanzables motivadores, enamoramientos pasajeros, salvo los que fueron quedando en el tintero de la duda. Masoquista satisfacción de aspirar a lo desconocido, descubrir el velo y verbalizar... para luego, cual juego de postas, encarar otro desafío (sólo como objeto de pulsión) hacia una meta que jamás brindará satisfacción. Soñar imposibles como mecanismo de defensa para no tener que arriesgar, valiente defensa lingüística ante un mediocre y poco simbólico corazón sin armas para luchar. Asimétrica relación que busca obturar como relleno los huecos, y dar forma y placer a esa imagen especular, a un fantasma inútil y dañado donde pensamientos mandan al descenso a las emociones, y gritan, gritan sublimación.

-Terminamos por hoy."



Y que me de la inyección a tiempo.



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