Sábado nublado, cuánto cuesta el Sol. Todo el precipicio, tan hondo y filoso, visto sobre él cayendo, cayendo, flotando y planeando, todo el precipicio visto desde arriba, un intento de vereda, y estacionando en ella. No desaparecen las nubes, no desaparece la tormenta, sólo el mar se tranquiliza a mediados de su ritmo irregular. No se desvanece el dolor, no cambia la sensación, el vacío sigue ahí, pretendiendo escapar de su calor. Los recuerdos no emigran a un inconciente o muy pequeño o muy repleto, la angustia no se calla, ninguna palabra calma las ganas de no aguantar, todo sigue igual de gris. La distancia parece inmensa, los reproches se multiplican, el tiempo es tan relativo, las semanas tan comúnmente normales que parecen eternidades vacías. No se puede llenar, es incapaz de borrar. En mi alma, en mi vida, mis sueños y los días, todo tan irreal, una foto que no se va a mostrar reza la verdad: Es que un recuerdo no se puede abrazar. Devalúa el planeta a lo lejos, gira la Tierra entorno de su reflejo, cae la Luna y choca con el espejo, salta al mar a buscar felicidad, sobrevuelan en el océano las estrellas al caminar, en plena sal se ahoga tu corazón, y vuelve a deslumbrar el Sol, viaja a los suburbios de la canción y aplacan el frío dándole brillo a mi motor.

Comentarios

Entradas populares de este blog

.

Montaña y símbolo fálico.