¿Qué ves a través de la neblina?
Abrazarte cuando no hay soL
La noche larga, gris, templada, neblinosa... Descontrolada en la urbe, allá, allá lejos. Porque ella vive en el campo. Alcoholizados, allá, lejos, drogados, no. Acompañados, miles, cientos, ellos, desconocidos, atrevidos alegres. Todo efímero. Y entre la niebla los demás no ven los roces inmorales, las veloces respuestas, las ideas insolentes. Porque en el campo se rescatan. La urbe y el campo saben que es mentira cuando la noche es larga y neblinosa. Cambian los quiénes, varían los sentidos. Late por vos, disfruta por vos, ¿y ellos? Sólo placer impuro, carnal, sin magia.
Pero en la noche neblinosa en el campo es diferente. Sin anfibios reproductores, sin parásitos sexuales. Mucho más tranquila, y eso era acá, no allá, lo más cercano a la ‘felicidad’. Algo real, verdadero, menos impulsivo, más emocionante, con sentido... y mediante de los sentidos. Coquetas de una época épica, no pican los anzuelos las muchachas del viñedo. Conocedoras de libertinaje, practicantes de otras artes... soñadora compulsiva (ella) como ninguna, fantasiosa crónica, alérgica a las relaciones simbióticas.
Con todas esas características, en una noche larga y templada, mientras el resto salía a pasear por las calles ruidosas y desbocadas, sus ojos se cerraron y el sueño vino en busca de su conciencia. Los vestigios del día y deseos que su mente no sabía que tenía salieron de su guarida y se camuflaron en la teoría del psicoanalista. Se presentaron (poco) camuflados, hicieron su obra de teatro tan sublime y especial, tan mágica y subliminal...
Lejos, en la urbe aristocrática de las afueras de la capital, el protagonista bebía con amigos divirtiéndose en la más plena tranquilidad. Pero su cabeza estaba en otro lado, pensante, divagante, con un objetivo de nombre y apellido. Pero ¡cuántas reglas rompería! ¡Qué normas éticas debería sortear! La botella de cerveza que viene y que va, se le sube a las neuronas y él se pone a razonar “¡Esto no me deja pensar con claridad!” Se despidió dando excusas y salió a caminar ocultándose entre los adolescentes sin límites. Cruzó las calles sin prestar atención, en la más divina obra de su corazón... perdido en el lugar donde no existe la razón. La recordaba ‘allá’, sólo en aquel lugar, y como su alma le pedía a gritos un poco realidad en sus sueños, encaminó sus pasos hacia ese ‘allá’. Tenía las llaves, podría abrir, y subir los escalones hasta llegar, sentarse en el suelo y ponerse a recordar.
Ambos, en el momento más perfecto, refugiados en la bruma, envueltos en recuerdo... Ella soñándolo, él recordándola, conectados por un abrazo hasta que la luz regresó y la neblina se disipó...
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