Cartas floreadas a un analista

"Varían los puntos de vista, simplemente cambié de lugar y ¿dónde estaba un año atrás?
Cuántas cosas han cambiado, que ya hay momentos que no tolero. 
Cuántos momentos nos han robado, que muero por hacer nuevos recuerdos.
Cuántos recuerdos he superado, que el dolor ya no me retuerce el pecho.
Puse mi pecho a prueba, una y otra, y otra vez. La vida nos echó en cara los obstáculos más punzantes, pusieron en jaque la voluntad, la fe, los deseos de creer. Y aún así, no pudieron, seguimos acá, allá, ajenos al estúpido optimismo irracional, sencillamente sabiendo qué siempre todo puede cambiar.
Confío en esto, aunque cueste cerrar los ojos y dejarlo fluir, perdimos el control aún cuando tuvimos los cálculos resueltos.

Kilómetros de distancia nos separan; mentales; pulsionales; de los métodos, las maneras de afrontarnos. Al fin de cuentas, siempre estuvimos lejos. Y eso no importa. La calesita gira, 'nunca deja de girar' (Sueles dejarme solo.) ('Nada me detiene aquí, la vida corta.').

Cambiaron las ideas, las emociones, cambiaron tantas cosas: la luz, la gente, la música, aprendimos tantas cosas, querernos quizás sea ahora más fácil.

Ya ni sabés a quién estoy sintiendo cuando escribo esto: no vale nuestro tiempo indagarlo, todos sabemos, siempre me gustó lo abstracto.


Voy a aprender a dormir.
¿Quién diría que se necesitan instrucciones para soñar?"


 Poder decir adiós es crecer.

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