#FelizCumpleElBordo


Carta abierta a la banda de mi vida.

El Bordo cumple 17 años. Se comenta por ahí que cuando ellos empezaron con este sueño yo tenía unos 5 años, iba a preescolar y mi señorita me caía mal.Varios años después, acá estamos, yo ya no uso guardapolvo y ellos ya no tocan para 50 personas. Crecí escuchando El Bordo (y leyendo Harry Potter pero esa es otra historia), escuchando cds nuevos mientras pasaban los años, puteando muchas veces porque "siempre hacen la misma lista" hasta que una vez, salí de esa etapa egocéntrica y me di cuenta que no tocaban para mi sola. Lo cual era una lástima, pero en fin, resulta que ellos iban a hacer las canciones que quisieran, me guste o no. Y entonces, el foco cambió: qué importa si queman y re queman Buscando, Soñando Despierto o si hacen DVAJ cada cinco mil años; en cada recital están mis amigos ahí, compartiendo ese momento conmigo. No es fanatismo, entendés, no es un sentimiento ciego e idealizado, porque me he enojado, los he puteado, los reconozco como humanos con lo bueno y lo malo y este sentimiento va más allá de ellos. Es más que eso. Es algo que me hace sentir la combinación de variables, amigos, música y viajes. Es, en palabras de Lacan, mi sinthome, creo. Es la representación de lo que Freud llamó sublimación, supongo. En un gran objeto de amor.
Hace unos años, el médico me dijo "Te vamos a operar de las amígdalas". Claro, me las quería sacar porque vivía de angina en angina. Tuvimos que cambiar la fecha de la cirugía unas tres veces porque "toca El Bordo". Mi vieja no lo podía creer. Tiempo después, le dije "Ma, me voy a Mendoza con los chicos a ver a El Bordo". Ella se la veía venir, pero mi viejo casi se desmaya. Hoy, por suerte, ya se acostumbró.
En momentos innecesariamente difíciles de mi vida, esos momentos donde realmente la estaba pasando mal, tocaba El Bordo, viajaba con mis amigos, y todo parecía bastante menos gris. Realmente, no sé qué es lo que me genera esta calidez, pero sí sé que es lo más profundo de mi subjetividad. El Bordo no sería para mi lo que es hoy, si no hubiese sido un instrumento mediador para conocer a los que están, los que te abrazan cuando no das más, lo que viajan y recorren kilómetros enteros de ruta porque sí, por amor, por alegría. Por pasión. La felicidad es compartir primero los recitales y luego la vida con ellos. Ellos, mis amigos, son el todo que es más que la suma de las partes. Y están los conocidos, esa gente que aparece en los recitales, que ves y suma a esta combinación irreductible de sensaciones a un factor.
El Bordo forma parte de las dos o tres cosas que más me representan, lo que me hace vibrar, lo que siempre está acá, lo que decía Sandoval: "El tipo puede cambiar de todo. De cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de Dios. Pero hay una cosa que no puede cambiar Benjamín. No puede cambiar de pasión."
Pasan los años, pasan los recitales, pasa la gente que va y que viene, pero hay algo que queda, que se mantiene: unos pocos que dan risa y color cuando esos cinco pibes hacen una lista aburridísima, y son esos mismos cinco pibes los que también están cuando todo lo demás se viene abajo. ¿Y yo? Yo espero que sigan tocando hasta los mil años, y sólo puedo dar las gracias por 
tantos años, por tanto tiempo compartido. Por tanta felicidad.



Se me entibia el corazón y empieza a brillar.

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