Crónicas Mentales, IV.

"La tentaste tantas veces, le diste la manzana brillante y perfecta, y el paraíso ahora sólo existe en ella. Exigiste implícitamente su atención, le gritaste sin descaro "¡Acá estoy!", cediste tus nutrientes, entera y dispuesta, e iniciaste un nuevo placer, un nuevo ritual que ahora hay que dominar. 
De la mano de los cambios, compraste un poco de valor, accedieron juntos a eliminar el "Qué dirán"  mientras se prestaban sus magias y cual juego de químicos, se transformaban. 
Llamaste la atención sin vergüenza comenzando un juego inconcluso, el tiempo fue quemando su uso y después de todo, el camino pareciera ser un círculo. Quedaron latentes los significados ocultos de los juegos de palabras, las mentiras más osadas, y la ferviente necesidad de probar, de intentar, de satisfacer la dominante curiosidad. Diste dedos, brazos, pies y cuerpo entero, prestaste todo a cambio de algo más, prestaste todo, salvo lo esencial, salvo ese plus que dan las palabras, que complementan a los físico cuando con rozar no alcanza. 
Desapareciendo y escondiendo no generaba más intriga ni deseo, simplemente distanciaba la fuente de la meta, alejaba las ganas, naciendo el rechazo, el adolescente boludeo, pensando, quizás, todavía te falte madurar, enfrentar. 
Un cuerpo es sólo eso, excepto cuando se lo significa, cuando se lo carga de contenido y representa un poco más.
Y una noche de bar, ya sin paciencia ni piedad, le dijo: 'Las verdes no me importan, yo sólo quiero manzanas rojas'."

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