Estado del arte emocional. Capítulo I.

"Sobre la mesa hay libros que nos trajimos de la biblioteca, textos y más textos impresos, un café y un café con leche. Y alrededor de la mesa estamos vos y yo, vos de local, yo de visitante, con los nervios a flor de piel hasta que me pongo a hacer mis cosas y logro concentrarme: pinto las palabras de colores diferentes, según la perspectiva que hayan elegido, resalto y anoto en mi cuaderno, escribo, garabateo y liquido el café con leche todavía caliente. 
No sé qué significa "minimalista" pero considero que encaja a la perfección con tu departamento. Nos rodean las paredes blancas, un reloj y la netbook. En un arrebato de confianza me dirijo a la cocina, parecés casi obsesivo con la manera de ordenar. Abro la alacena y encuentro arroz, atún, café, azúcar y leche en polvo. De edulcorante mejor ni hablar. Una odisea descubrir donde guardás los vasos. Siento que la vulnerabilidad debería ser descrita filmándome en el preciso instante en que apareces en el pasillo y amable y curioso, decís "¿Qué buscás?" Ay, ay. "Edulcorante". No, no hagas eso. No sonrías así. Está bien, está bien, le pongo azúcar, don't worry. 
El silencio se devora las horas, supongo que el sol también está paseando por el cielo, pero la verdad es que no lo veo porque tus ventanas dan al edificio de al lado. Las hojas ya están casi todas pintadas, tengo cuadros y más cuadros sinópticos, redes conceptuales (mentira, nunca supe la diferencia entre unos y otros), flechas por todos lados y un punzante dolor de cabeza. Espero que tu botiquín de primer auxilios tenga más variedad que tu cocina... Tenés cara de sufrir de migraña, es más, ¡seguro sufrís de migraña! Pero me decís que no, gracias universo por dejarme en paz. Lamentablemente eso significa que no tenés migral, así que me contento con un ibuprofeno 400... sí, 400, porque el de 600 no existe se ve. 
Pelo hecho un revuelto, cachetes sonrosados y ojeras tamaño XXL, me acuesto en tu sillón porque creo que si leo un solo concepto más, exploto. Y como si estuviera en uno de los barquitos de Colón, en vez de gritar "¡Tierra!", exclamo "¡Ya son las 9!" ¡O SEA! Con razón estoy muriendo de hambre y rogando mentalmente por mi colchón. "Cuando terminemos con esto te voy a denunciar por explotación... salvo que tengas pizza en la heladera". No solo no tenés pizza, sino que tampoco tenés un solo imancito con el número de algún delivery. "Dejame que te diga que acabas de fracasar como hombre soltero viviendo solo". No sé como sobrevivís en estas condiciones infrahumanas, pero gracias al cielo tenés alma de tecno y googleo en tu netbook una pizzeria cercana. Típico de viernes, una hora de espera. "Bueno, mandamela igual". Mi panza sufre.
Mientras tanto, sillón de por medio y cara de "no doy más", criticamos un rato a algunos autores. Bah. Yo critico, vos argumentas. Cosas de la edad viste, que le vamos a hacer. 
Resulta que sos amante del cine, pero no puedo entender como no viste Harry Potter ni Los Juegos del Hambre. Pará, mejor, ahorrate los comentarios sobre ambas películas porque se pudre todo. Hablemos de libros mejor.
Tu biblioteca es una orgía para cualquier intelectual. A mi gusto, le fata un poco de ficción, pero en fin, puede andar. 
Llega la pizza y te empecinás en ordenar y guardar toooooodos los libros y apuntes antes de atacar. Yo hubiese apoyado todo con suavidad en el suelo. Te regalo mis aceitunas porque soy un amor de persona. Y empiezo a volver a mi vida pensando cómo cuerno salir de acá y regresar a mis despelotes domésticos en mi casa. Quizás se me haya notado en la cara porque me decís "¿Querés dormir acá?" y tu frase me desarma. Punto para mi que dominé mis emociones de "Qué carajo hago" y evité que las leas en mi expresión. "¿Tenés frazadas de más?" Resulta que sí, tenés un acolchado gris al que le pongo todas las fichas. No, no, me niego a que duermas en el sillón. Esto ya parece una pelea con lógica marital, quiero salir corriendo, pero me contengo y contesto "Gracias".

Al final de cuentas, sí era vulnerable a tu risa, a tu manera de mirar. Al final de todo, la pizza estaba rica, las investigaciones eran casi indescifrables y terminé durmiendo profundamente hasta que tu depto minimalista, carente de cortinas, le da la bienvenida a un sol que no veo hace unas 30 horas. 
Al final de cuentas, me despierto enrollada en sábanas y frazadas, mirando un techo que creo no es el mío, y mientras abro los ojos y me intento levantar, descubro a ciencia cierta, que lo que mejor nos sale, es soñar."

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