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"La niebla afuera engulle constantemente nuestro refugio de cuatro paredes. Aquí estamos, ¿alguna vez lo imaginamos? rodeados de los sueños empíricos a los que aspiramos, café humeante y budín. Afuera el frío endurece el rocío y es la más gráfica antítesis de lo que vivimos.
Las tres macetas de vidrio sobreviven en la mesita de luz, con tantas vitaminas como yo debería. Verdes, alegres. Sin fumar.
El incansable tráfico y su murmullo se filtran entre las notas de Gustavo.
Y en este momento, se detiene el tiempo, aquí estamos. La alarma del auto por fin se apaga, el aroma desagradable del tabaco muere en el pasillo antes de alcanzarnos...
Esperando por fin llegar a fin de mes, festejar la racionalidad de los gastos y brindar. La independencia ha brindado más beneficios que ya no viajar en tren, es que realmente, nada de esto hubiese sucedido, yo ya estaba harta de ese esfuerzo matutino. Doy cuenta de ello, cuando el reloj vuelve a generar este tiempo ficticio que hemos inventado como patrón organizador. Yo creo que deberíamos pedir pizza.
Y rechazo concientemente la posibilidad de errar. Al fin y al cabo, ni ganar se gana para siempre, ni perder ha dolido tanto. Lo sabemos, ambos hemos estado ahí, rodeados del espanto inimaginable nacido en otras paredes a kilómetros de distancia. Nos ha salvado la inmensa capacidad de sublimar.
En el círculo imaginario de esa fantasía teatral no hay errores inconscientes porque él está feliz, satisfecho en ese objeto. Y sin embargo, huelo, intuyo el latido del peligro de perderme en este laberinto. Juego al borde del límite permanentemente, probando, probándome, que soy capaz, que puedo, que sé.
¿Adónde nos llevará? Este cruzamiento de caminos en ese edificio que parece un hospital. Gracias a Dios, no es un hospital.
Me concentro lo más que puedo en mis libros, en mis obligaciones de intentar, mientras tu cuerpo, tu vida, vos y tu manera de respirar, absorben cafeína burlándose de esa niebla ineficaz."

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