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Soy una persona heterogénea. Como casi todas, claro. Mientras estamos armando un trabajo con una compañera, me brota de lo más hondo del ser el grito indignado de "se me corrió el esmalte". #MomentoMinita.
El domingo hacen un homenaje a Gustavo. Una lástima redescubrirte ahora, tarde. Desconfío de la gente a la cual Cerati no le mueve una sola fibra del ser. Digo, ¿siente esa gente? O sea, Ella usó mi cabeza como un revólver, Té para tres, Adiós, Magia, son... el arte hecho canción, y más. Es toda la esencia musical resuelta en unos pocos minutos. Qué sé yo. Partamos de la base doble: Es un pelotudo hasta que se demuestre lo contrario (a veces propongo esa misma teoría en femenino, cuando me miro al espejo) y si no te gusta Cerati es... sospechoso. Como fórmula infalible para enfrentar cualquier situación de la vida.
El frío que tengo por dios, unos bizcochitos demasiado adictivos y muchas ganas de tomar té. Un problemón enorme con lo Real, y muchas ganas de ver a mi psicóloga. 

Y cuando seamos uno, tal vez nos vengan a buscar.

Te acordas? No. Claro, ni lo registras. 
El dolor de cabeza me está galopando de hemisferio a hemisferio masacrándome el raciocinio. Y queda dominando una emoción poderosa, intratable, de amor y de ira a la vez, recriminándole al mundo: '¿De qué me hablabas cuando hablabas de amor?' Se impuso hoy, nuevamente, ese reclamo infantil, ¿dónde estabas? Años enteros pasaron y fueron sucedidos por otros de igual silencio. Años. Nuestras vidas continuaban, paralelas, sin nunca cruzarse, y quizás, eso solo suceda de una vez y nunca más, cuando la muerte nos venga a buscar, aunque realmente no quisiera ver(los) ahí. Porque el rencor me domina, ¿dónde estabas mientras crecí? A qué círculo cómodo del infierno llevaste mi nombre como para no querer oírlo jamás. Porque en ese mismo círculo, estoy convencida, el karma te va a atrapar, y vas a ver mi cara flotando, y como con total impunidad te desligaste de mi vida, de los roles, de la participación. Como dicen por ahí: operando desde la ausencia, sólo me generas rencor. Uno muy poderoso, infalible, inmortal. En qué clase de cadena de significantes me encajaste para ignorar sencillamente que respiro, que aquí estoy, con el intento fallido de un lazo sanguíneo que nunca quisiste, que te retuerce lo más hondo del orgullo. Y yo sólo estaba naciendo, oh claro, complicando tu ya complicada pubertad. Algo que nunca procesaste, incapaz, inmaduro, estúpido.

Y el Real más terrorífico se me acerca por los afectos, me entumece los sentidos, me paraliza el alma y me arrima despacio y sutil hacia el fondo profundo e interminable de la angustia. No se puede ligar, no puedo hacer nada con eso, y tampoco lo puedo aceptar, porque nadie lo aceptó de los que deberían haberlo hecho. La transpiración, el grito personificando el horror más atroz... Lo pensé varias veces: nunca nadie nos curó, a ninguno de los dos (y otros tantos que han sido tocados por la varita mágica de este terror). Y la desesperanza tiene efectos colaterales como el insomnio, las pesadillas y un no-lugar. Los hospitales, los pasillos, las casualidades, la autoridad, han influido en todos los aspectos de todas las vidas que nos han atravesado. Un agujero en lo simbólico, unas cuantas balas de recuerdos destrozando las arterias de cordura que bombeaban en mi cuerpo. Y yo no sé qué hacer con este horror. 

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