Un parcial

Estoy completamente convencida. Esa la certeza, como en la psicosis. Nada más que esta vez es en esta neurosis tan tajante. Convencida de que... no estaría entendiendo nada. Y todo, porque acabo de ver '500 días con ella'...
Es complicadísimo definirlo por la positiva, así que bueno, sé estas cosas no más:
No importa qué escribas, qué digas, aunque bueno, en realidad sí importa qué digas, pero fundamentalmente, lo que llama acá y hace eco en mí es que escribas. Sencillamente, se sostiene esta duda atroz que sostiene la intriga, la novela, la coyuntura dramática dicen, de esta novela neurótica. Sostenés el papel que yo creo asignarte, y aunque sé sin ninguna duda que ese lugar no es 'tu' lugar, sino el lugar que yo te asigno, ¿cómo hacer para correrte de ahí? ¿cómo hacer para no verte en esa posición? Si en realidad, te estoy viendo desde mi yo, que es el único lugar desde donde puedo mirar. Y ahí estás, mientras yo acomodo la interpretación a esta hipótesis, ¡o tal vez no! Tal vez sea un signo sumamente objetivo que está allí revalidando la hipótesis con la que armo este sábado gris. Sinceramente, es imposible de definir. Porque ni aunque le pusieras palabras, sería un intento vano de clarificar, porque, teóricamente, un significante remite a otro, una significación remite a otra, y todo lo que digas podría ser articulado con cualquier idea que se cruce por mi cabeza. 
Creo, un poco, que quizás podría tratarse de que esa duda, esa significación incierta no colme, nada colme, pero principalmente, que no sea esa duda voraz, inefable, inquebrantable, la que tome los días, las horas, mis actitudes y mis acciones. 

Sé que ese lugar, ese lugar con el que te nombre, con el que los nombre, esos adjetivos y sustantivos con los que te explico a mis amigas y a mí misma, son resultado sólo de mi subjetividad, de los ojos con que te miro y la posición en el mundo con que te escucho. Las emociones que atraviesan mis mejores y peores momentos te redefinen y más que nada, me redefinen en torno a la vida, a cómo enfrentar esa maraña conocida pero siempre intrigante de sentir. 
Ni este aglomerado de palabras ni ningún otro podrán explicar qué dudas ni qué certezas tengo mientras escribo acá, en pijama, con el flequillo revuelto, la pintura corrida, la estufa prendida y una frazada en la espalda. Qué me está atravesando en este momento, como, cual péndulo, voy hamacándome entre la idealización y la desidealización. Y mientras tanto, me estoy riendo, porque creo, una vez me lo dijeron unos amigos, escribo como hablo. No hablo como escribo, para nada; pero sí escribo como hablo, y en este juego de negaciones escribo lo que no me atrevo a decirte, ni a vos, ni a él, ni a ella, ni a nadie. Porque es más fácil disfrazarlo de esta manera, analizarlo y ver qué pasa. 
Suelo tener una idea cobarde e inútil en la cual, para no entrar en esa montaña rusa de preguntas y emociones, sencillamente prefiero anularlo. Anular la pregunta, anulando el sentimiento, anular todo, digamos, salvo dos o tres cosas. Como ir a ver a El Bordo por ejemplo, o estudiar. Anda a saber, hay gente que cura enfermedades, otros construyen rascacielos, bueno, a mi me toca ir a escuchar rock. Cosas que pasan, de las cuales prefiero no hacerme cargo. Porque es algo tan inherente a mi, que aunque lo identifique como tal, lo reconozca como problemático, no puedo hacer nada con eso, más que intentar moldearlo. No tengo respuesta certera desde ningún registro para tomarme vacaciones en esta cruzada comunicacional y esta política implícita como bandera para afrontar la vida misma, es, como poco, disfuncional. Y cómo cambiar de protocolo si de esa forma es que se expresa lo más hondo de mi ser, aunque, ¿qué sería eso? Es decir: me gusta el rock, El Bordo, The Who, la banda sonora que hace Vedder para Into the wild y otras yerbas. Aunque no me emociona tomar mate, prefiero el te o el café con leche. Dame chocolate que jamás te voy a decir que no. Tengo un problema particular con lo Real, tiene nombre, diagnóstico, fecha de nacimiento y un tratamiento totalmente inútil. Tengo un amor incondicional a viajar, conocer, explorar. Tengo una tendencia jodidamente marcada a idealizar, aunque suelo ser más feliz con mi familia, mis amigos y esa gente que es real, así, con minúscula, con un sentido coloquial. Amo con total incondicionalidad toda la obra Potteriana, malditos muggles, nunca entendieron nada. No es aquel soñado mundo paralelo, sino sencillamente la capacidad de tener magia. Pero así y todo, los trucos me agotan, me agota pensar y repensar. Y quizás eso sea un goce, ya que justamente, no estudio ninguna clase de ciencia exacta, definida e inobjetable. ¿Cómo saber si sos lo que sos o en realidad sos lo que yo veo que sos? Qué quilombo. Creo, realmente y muy a mi pesar, que sos lo que yo veo que sos, y entonces, no hay nada que amar, nada real por lo que vale la pena, el desvelo y los clásicos momentos del 'qué me pongo', apostar. Esta desazón, este desgano emocional es una faceta cobarde de un deseo velado, a una pregunta sin respuesta pero con cientos de conjeturas, incapaz de descansar, de relajar sobre la almohada porque fantasear sencillamente, a veces, no alcanza.