El sol se ha muerto, no es para menos.





Y voy muriendo un poco cada día cada noche.
¿Alguien siente tantas ganas de gritar?
Ya no más, y para qué, si nadie pretende escuchar.
Se caen los cimientos de los sueños y se despedazan las esperanzas a medida que el reloj jode con las agujas, que no me marcan los brazos, y las drogas que gritan '¡Intername ya!'
Salvame de esta, ni quiero ni pienso, ni estoy preparada para afrontarlo, nunca me enseñaste a desistir,  yo sólo quiero un instante de calma y de paz, aprendí cada día que la esperanza se desvanece y camino sobre tachuelas que me pinchan las piñatas más sólidas, hasta dejarme caer, sabiendo que nunca terminará. Cayendo lento con la firme convicción de la experiencia de comprender que ningún golpe es el último pero cada uno es más desalentador que el anterior, cada momento de dolor deja al corazón más denudo, más vacío que ayer y a la cabeza más tremenda, más sádica y cansada que la última vez.
Hay ganas de irse lejos. 
Si son todos los pasos truncados acá. Ven un alma sonriente y te empiezan a matar.
No es que siempre sienta así, pero en algún momento convergen en mí las ganas de llorar y de reír. Y si el mundo confabula para arruinarte la risa misma, contra el mundo yo no puedo, así que escapemos, que fuerzas ya no tengo. Hoy, por lo menos, quizás mañana me levante con las más convincentes ganas de pelear. Pero bancame una ilusión, una decepción más y yo te avisé, esto se termina acá.

Hay ganas de irse lejos, algo que nos lleve hacia el mar.
Desde acá se ven las luces de la ruta,
Me gusta verte andar descalza y sola, te queda bien el mar,
Dale, llevame, sacame esta soledad.

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