Agitas TANTAS cosas en mi corazón




Rotación, traslación. Sos el motor por que suelo respirar.

                      Claramente (estas palabras a lo Fer Sotelo -me titila la ventanita- que se me pegan) amanecí tipo cinco de la mañana con un dolor infernal de muelas y oídos marca acme. Me drogué una vez más (doce veces por día, todo un número) y volví a la cama. Dale, dale, dormite de nuevo, dale dale, era TAN interesante...
Estábamos en una especie de anfiteatro invertido, con la cima en el medio, tirando hacia la izquierda, e iba bajando de a escalones muy amplios, casi paredes hasta llegar los límites. Había poca gente -como antes ♪- pero el clima era tan especial. Épocas, cosas.
Yo estaba caminando por la tarima de arriba de todo, la última, flequillo parejo, vestida cómoda como nunca y muy tranquila. Y vos y tus secuaces salieron, cada cual con su girlfriend de cuerdas, al centro del parqué, sonrisa mediante del famoso de la secta, a empezar. Muy calmo caminaste, me agarraste de la mano -cuánta paz me das- y me llevaste a tu lado, nos sentamos, y parecíamos paradisíacos entre la escasa multitud. Qué momento este, sublime de los pocos, esos que dejan una sensación de armonía entre todos los astros, los seres y la energía que hace girar mi mundo.
De la nada estoy abajo, mirándote, entre toda la gente, y hay unas puertas que dan a la nada, a lo Fort Boyard -niñez- que sin lugar a dudas significan miedo. Salieron unos gordos enormes, cual peleador de sumo aumentado considerablemente en su tamaño, con unos "garrotes" en la mano agitándolos salvajemente, y nos empezaron a perseguir. En mi lucidez post onírica, eran once (acto fallido, eran siete, no sé porqué puse once...). Corrí, creo que tuve una última imagen del podio y de vos. 
Y el dolor me despertó.
Quiero que me sigas sosteniendo, volver a sentir tus manos que me salvan del dolor. Tres de la mañana.

Seré tu esclavo por otra noche más.


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