Desde arriba no se ve.


El don de ver el sol y no morir de pena.



Enclaustrado tres semanas, las horas de chicle, y los días pasaban sin diferenciarse unos de otros, ni las horas corrían, sólo contaba las pastillas, y hay cosas que no se pueden obviar, qué manera de charlar, ay, que lindo que vengan, que la acompañen, si, le encantan las promesas, sobre todo esas, así, tan cercanas. Que bueno sentirse tan bien, sí, le encanta.
Y después se preguntarán porqué se refugia tanto en un acorde inverosímil. Ellos sí pasan por su casa, y se van cuando se sienten mal, ellos no lastiman, no, bueno, sí, pero no de manera tan real. Ellos sólo son ellos, y sólo por ser solamente eso es que representan tanto que vale la pena dejarlo todo e ir en busca de una sonrisa. Que es tan verdadera, que expresa sólo alegría, dejarlo todo por eso, porque le hace feliz. Y nunca va a cambiar, porque un sólo ser humano nunca va a poder alcanzar a significar siquiera una parte de lo que son. El hecho de ser tan inalcanzables (y con el tiempo, cada vez menos...) les reedita el crédito de ideales, de especiales. Qué difícil escribir sobre esto después de tanto tiempo, siempre vuelve, ella siempre vuelve a lo mismo. A que la gente como gente en general nunca te llena el alma, que nunca es real la palabra siempre, será que uno esperará algo un poco menos falaz, algo menos de palabras y un poco más de visitas, hoy. Por eso siempre puede, siempre tiene el derecho perfecto de volver, de sentir otra vez y creer que sólo esto vale la pena, porque acá, acá nunca duele, nunca decepciona, nunca traiciona, y todo está bien.

Era de tarde, era de sol, y viento y calor, frío, mezcla, hipermercado, policía y mal trago. Nada nunca más podrá llenarle el alma tanto. Será que se refugia acá, algo habrá perdido... sí, pero acá no importa qué le falta, qué le sobra. Y encima gente que vale la pena, no siempre, no siempre porque sencillamente es gente, y vale la pena pasar momentos con la gente sólo cuando vale la pena, porque después hay decepción; pero esta gente acompañando este momento es de los pocos que siempre salen como los cuentos mandan, que son tan reales y tan buenos que no parecieran, todo a la vez, verdaderos. Será siempre que le completan ese agujero entre las válvulas del pecho para que se sienta mejor.

Y después ya era de noche, y noche de sueños, ya lo soñaste, y había payasos y faroles, y es otro tipo de alegría, es una más alcanzable, menos mágica quizá, pero más real, que parece más verídica, de verdad siente que está viviendo esto, porque lo demás es demasiado perfecto. Y otra vez, era una noche sin fe. Me equivoqué, que bueno que me equivoqué.

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