Nos quedamos atascados en un mundo equivocado.


Quizás, tal vez, yo sólo sea una muñeca más

Para tus juegos, para tus escritos de papel.





Y el faro se va apagando...




Cómo podía saber, cómo podía poder, descifrar y averiguar de qué manera veía él la verdad. En cuál de todas las contradicciones que le daba radicaba oculta y serena esa veracidad perdida, esa certeza que había tenido. O había creído tener. Cómo llegar a un punto de conclusión cuándo se tergiversaban las ideas a lo largo del tiempo, cuando parecía cambiar de afecto tan seguido y sin aparente motivo.

Cómo hacer para canalizar tantas sensaciones, cómo hacer para no navegar en tentaciones, en un mundo irreal, no fantasear con un mundo ideal, cuando el de acá estaba tan lleno de interrogaciones que no se podía mirar. Si su cariño establecía censuras, prohibiciones a las preguntas, si los errores tenían precio, a esta altura y sin crédito no sabía si quería pagar por ellos.

Verdaderamente no importaba qué le pasara si total nada cambiaba. Era exactamente igual. No tenían sentido las particularidades de lo “especial”, porque nadie era especial. Entonces, derribando la poca credibilidad que quedaba, corrompiendo los que había dicho, profanando el motor de esa unión, si no importaba qué le pasara, la magia se acababa, perdía brillo y los abandonaba. Tal vez, si algo cambiaba podrían volver a recuperarla.

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