El mail de la mina esta que no llega. f5, f5, y más f5 y nada. Y no tengo ganas de agarrar un solo libro. Qué época de mierda, sí, evidentemente. Y quiero viajar con ellos, vayámonos de gira y mandemos todo a la concha de su madre. Qué cordial de mi parte. Quiero un fin de semana lejos, con  las materias aprobadas (sí, aprobadas) y las vacaciones por delante y qué sé yo, la puta madre, no quiero pensar más. 
Irme de vacaciones, a algún lado lejos lejos, algún camping perdido en el mapa, o alguna montaña, sierra, no, la costa no porque no me gusta. Salvo que esté bastante desolada, podríamos negociarlo. ¿Qué estoy haciendo con mi vida? Me quiero ir, ¿qué me ata? Qué manera de odiar este tiempo encadenada a la facultad, a la presión, a la responsabilidad y a las ganas propias de empezar lo que yo quiero de una vez y a su vez, las inmensas ganas de dejar todo así como está y que se resuelva por arte de magia. No me gustan mucho las épocas de fin de año porque tienden a la inevitable reflexión, pero en este momento quisiera estar a 15 de diciembre, con todo ya terminado. Mis ganas tienen un límite (cercano, por cierto), mi paciencia tiene otro límite mucho más cerca, y mi buen humor otro. Así, en escala inversamente proporcional a la época noviembre-diciembre se va manejando mi estado de ánimo, que no es el de todo el año, yo no sé porqué justo en esta etapa vengo a encontrar un eje más de distracción con tu nombre y apellido, y ves, como todo se reduce finalmente a vos. 

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