Este espanto tenebroso.

Ya no cuento los días, ya no siento esa necesidad de estar ahí. No es lo que fue y no creo que nunca lo vuelva a ser, era tan perfecto, era tan enfermo. Y ahora no hay nada, sólo recuerdos de aquellas noches mágicas que desvelaban mis sentidos, sólo hay rutas recorridas y amigos en el tiempo, pero de eso que fuimos, sólo queda un verbo abusando del pretérito perfecto. Qué daría yo por volver a sentir algo tan especial que me llene el alma, que me colmé de felicidad, de plenitud, sentirme tan YO ahí, y no un turista de un sueño que debió haber sido real en algún momento de lo que fue el 'nosotros'. Debí entender, debí saber, que no sería tan eterno, que nunca más volveríamos a vivir esos sentimientos con tanta intensidad, porque las cosas cambian, ustedes cambian, yo cambio, el ambiente cambia, e inevitablemente, lo que había también cambió. Y quizás, después de estas cosas, vengan otras mejores, más sanas, menos crueles, menos bipolares, más estables... Quizás alguna otra noche de placer volvamos a tener esa misma magia que alguna vez transmitimos, juntos. Quizás, en alguna otra ruta las emociones se alineen con lo 'querer' y lo 'es' y cambiemos otra vez.
Quisiera saber más allá de nosotros, cómo encarar el vacío permanente de ser consciente de esta nueva faceta a la que no me acostumbro, en la que no me hallo, en la que no me siento. Qué será lo que tenga otro lugar en mi vida para opacar la relativa decepción, que me saque del ensimismamiento y el capricho de querer seguir soñando para siempre que podría vivir de El Bordo y nada ni nadie más. Y así, encima, ser feliz.